ATENCIÓN SPOILERS
Hay un determinado momento en “Lo Imposible” en que el joven Lucas pierde la pista a su malherida madre, la cual, erróneamente, es dada por muerta por los enfermeros del hacinado hospital en que se encuentra. Esta secuencia supone el cierre del primer bloque de película, el cual dará paso a la historia paralela de búsqueda por parte del personaje de Ewan Mcgregor. Obviamente, el espectador (que no maneje información previa, algo difícil dada la agresiva campaña publicitaria de la película en nuestro país), al igual que el joven Lucas, dará por fallecida a la madre.
Esta argucia argumental de Juan Antonio Bayona y su guionista Sergio
Sánchez sirve como claro ejemplo de lo que “Lo imposible” es; una película que
aún partiendo de uno de los acontecimientos más descarnados y emocionantes de
la historia reciente, necesita alejar entre si a sus personajes más de lo que
un tsunami puede separar, con el fin de alimentar posteriores e inevitables secuencias
melodramáticas.
Más allá de algunas de estas provocadoras decisiones (una
cortina que evita el reencuentro, una mano que no puede tocar a otra, etc) “Lo
imposible” es un poderoso film dramático-catastrofista que encuentra en su
propia porción documental el gran hallazgo de la película. La narración de la
llegada del tsunami que asoló la costa tailandesa es un perfecto ejercicio de
planificación por parte de Juan Antonio Bayona, capaz de fascinar durante el relato de
supervivencia de Maria (una excepcional Naomi Watts) y su hijo Lucas. Al igual
que hiciera con Laura (Belen Rueda) y su hijo Simon (Roger Princep) en su film
de debut, “El Orfanato”, Bayona se acerca en “Lo imposible” a la estrecha unión materno-filial, sobre la
búsqueda desesperada y el miedo a la perdida y sobre ellas construye una
película que persigue la historia personal en medio de su gran y catastrofista
ambición formal, que consigue emocionar a través de mínimas situaciones
surgidas del caos (una lista de nombres a los que unir, un niño rescatado y
devuelto a su padre).
Es en el seguimiento alternativo a los personajes de Maria y
Lucas (Ewan Mcgregor y los dos hijos restantes) donde la película incita a la
emotividad, donde necesita recurrir a algún que otro secundario (inexistentes
durante la primera mitad de la cinta) para generar situaciones dramáticas (esa
llamada de teléfono) y donde pierde ciertas dosis de verdad y sinceridad con
respecto al pasaje anterior en favor del in crescendo sentimentaloide, algo en
lo que colabora la siempre presente partitura de Fernando Velazquez.
Dueña de un presupuesto minúsculo en comparación con las
grandes superproducciones norteamericanas, “Lo imposible” invierte más en el
relato de supervivencia que en las claves y consecuencias de un tsunami cuyo
protagonismo en pantalla es agresivo y veloz, confirmando a Bayona como un
director dotado para el espectáculo de proporciones íntimas y capacitado
narrativamente para hacerse cargo de cualquier proyecto por gigantesco que sea.
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