Diez años suponen una importante espera. Para los
que descubrimos el imaginario de Tolkien a través de la mirada de Peter
Jackson, o para los que por fin pudieron poner imágenes a las páginas de una de
sus novelas favoritas, una década es tiempo sobrado para volver a revivir la
sensación de transitar de nuevo por la Tierra Media.
El emocionante trayecto por el universo
tolkeniano orquestado por Peter Jackson en “El Señor de los anillos” pedía a
gritos hacer realidad nuevas aventuras. “El Hobbit”, precuela de la anterior se
prestaba a ello. Lo lógico hubiese sido rodarlas en sentido inverso, Jackson
así lo quería, sin embargo la secuela vino antes que la precuela, y era más
ambiciosa que ella, por lo que el realizador neozelandes se encuentra ahora con
la complicada misión de elevar a la altura de “El Señor de los anillos” las
aventuras de una obra de menor tamaño y aspiraciones.
Es la capacidad para devolvernos a los colores,
los sonidos y las texturas de la Tierra Media la primera facultad visible de
“El Hobbit”. Comienzan a sonar las fabulosas notas musicales de Howard Shore y
en el oído resucitan las hazañas. Contemplamos los paisajes de la comarca y el
espectador se estimula con la apacible vida de los hobbits y las peripecias que
están por llegar. Los enanos aparecen en escena presumiéndose la condición de
divertimento de esta nueva entrega cuyo origen es marcadamente infantil.
Con una estructura que no dista demasiado de la
que contenía la anterior apertura de trilogía, “La comunidad del anillo” (prólogo
que nos pone en situación, visita a la Comarca, formación del grupo, pasaje
élfico y sucesión de peligrosos episodios), Jackson emprende con la calma del
que tiene todo el tiempo del mundo para contar una historia el nuevo viaje de
su compañía. En su dilatación narrativa, en su parsimoniosa descripción de
lugares que ya nos son familiares, “El Hobbit” avanza, tan solo, a trompicones
durante su primera hora de metraje. Y lo peor, ese detallado y extenso preámbulo
no se traduce en una carismática exposición de personajes. Tampoco en piezas de
acción (resueltas muchas de ellas precipitadamente) que refuercen la identidad
del viaje inesperado iniciado por Bilbo Bolson y compañía.
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