Afirma Thomas Vinterberg
(“Celebración”) que no se ha basado en un único caso para relatar la historia
de una mentira infantil que desencadena una imputación social a un profesor de
primaria, y sí en diferentes noticias reales coincidentes. Desafortunadamente
noticias como esta ocurren con demasiada frecuencia (sin ir más lejos, en
Albacete todavía colean las circunstancias de un caso sorprendentemente
parecido al de la película de Vinterberg) y el cine ha reflejado en numerosas
ocasiones las consecuencias humanas de una acusación infundada, desde la
magnifica “La calumnia” (1961, William Wyler) donde Audrey Hepburn y Shirley
McClaine sufrían el vapuleo de un malintencionado rumor infantil hasta la
sobria “La duda” (2008, John Patrick Shanley) con Phillip Seymour Hoffman como
objeto/sujeto incriminado, pasando por el daño provocado por la envidiosa
confesión de Saoirse Ronan en “Expiación” (2007, Joe Wright).
Vinterberg, componente del
movimiento Dogma 95 y explorador del comportamiento humano, de las conductas de
la comunidad social, encuentra en “La Caza” (2012, "The Hunt")un vehículo perfecto para volver a
poner en liza sus inquietudes como autor. En la humillación de Lucas, un
profesor de primaria acusado de abuso de menores, basa el director danés su
relato, ubicado en un entorno cerrado, cercano, fraternizado, no por
casualidad. En un pueblo pequeño el eco de un rumor siempre se expande con
mayor facilidad. Lucas (y por ende, el espectador) sufrirá el dolor del vapuleo
social, un linchamiento muy próximo y derivado de la realidad en que vivimos
donde la susceptibilidad, la paranoia, el castigo social se magnifican por
encima de la presunta inocencia, la justicia, la confianza.
Eso de que los niños nunca
mienten es llevado al extremo en esta pequeña comunidad danesa hasta condenar a
Lucas a la más severa exclusión. El relato es cruel con su personaje, al cual
martillea constantemente. “La Caza” presenta a Lucas como un tipo modelo,
amable y cortés y al que le van bien las cosas (divorciado, pronto su hijo
comenzará a vivir con él, está iniciando una nueva relación) para
posteriormente condenarlo, algo doloroso para el espectador, conocedor de los
detalles de los hechos que los habitantes del pueblo desconocen. La narración,
lenta y firme, e inclemente con su protagonista se convierte en insoportable
para el que asiste a la sucesión de los hechos, el cual, por momentos, desearía
que del honrado y sosegado Lucas surgiese una especie de Dustin Hoffman recien
salido de “Perros de Paja”, más cuando un halo de tragedia sobrevuela un relato
que gira alrededor de una comunidad con aceptado gusto por las armas, en otra
insinuada crítica de Vinterberg hacía el
sistema.
La pulcra realización del director danés se apoya en la incomensurable interpretación de un contenido
Mads Mikkelsen, habitual villano (lo tenemos actualmente ejerciendo de Hannibal
Lecter en la serie de la NBC, "Hannibal") cuyo entregado papel como el maestro calumniado
encuentra su culmen en la secuencia final de la iglesia. Un trabajo que bien
vale su premio a Mejor Actor en el pasado Festival de Cannes.
Los Premios del Cine Europeo
también recompensaron el guión de esta drama terrorífico y angustioso capaz de
impactar e incomodar a la vez que sirve como eficaz denuncia de una sociedad
actual que encuentra en el ajusticiamiento un escape a sus temores e
insatisfacciones más ocultos y como estudio del impacto de una mentira para
damnificar una vida.
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