El cine me ha enseñado que si tuviese que comprar una casa, antes de comprobar si las instalaciones son óptimas o si el aislamiento acústico es bueno, me conviene averiguar el número de asesinatos que han tenido lugar en esas paredes y en que circunstancias escabrosas.
Yo he aprendido rápidamente una
lección que gente como Lili Taylor (que no escarmienta tras pasar por la casa
de Haunted Hill), Rose Byrne, Ethan Hawke, Margot Kidder o George C. Scott no
han captado a la primera.
El tópico de la vivienda unifamiliar
anticuada, decrépita, gris que ilusiona sobremanera a sus nuevos inquilinos es
tan solo uno de los muchos lugares comunes que frecuenta la pen(última) cinta
de terror de James Wan, “Expediente Warren. The Conjuring”. En ella, también
hay fantasmas con traumas pasados, niñas en camisón vintage, ansias de introducirse
en cuerpos ajenos, bombillas titubeantes en polvorientas habitaciones o
anticristos abriendo y cerrando puertas cual portero de discoteca. En realidad,
si nos ponemos a recopilar, no falta ni un elemento común del género en la
película de Wan. Sin embargo, y he aquí el mérito del director de origen
malayo, mientras la mera introducción de estas herramientas es suficiente para
otros directores a la hora de justificar una película de terror de constantes
góticas (ya sabemos, golpes de sonido pasados de decibelios, sustos gratuitos a
destiempo y demás ocurrencias), para James Wan es una posibilidad para lucirse,
con el aplomo y seguridad del que se sabe sobrado de talento para estas faenas.
“Expediente Warren” se abre con
la sobreimpresión de “basada en hechos reales” en la que presenta una breve biografía
de los Warren (excelentes Patrick Wilson y Vera Farmiga), una pareja de
demonólogos medianamente notorios en los EEUU y que, entre otros casos, tomaron
parte en la investigación de la casa de Amityville, que posteriormente daría
lugar a uno de los grandes títulos del género en los años 70, “Terror en
Amityville” (Stuart Rosenberg, 1979). Sobre la figura de estos “cazadores de lo
maligno” y la abundante mitología norteamericana sobre caserones poseídos
construirá Wan su película, la cual cuece a fuego lento una tensión contenida
que vicia la atmósfera de la solitaria casa de Rhode Island en la que se
instalan su familia protagonista, a la que Wan viste con pantalones de campana y solapa
ancha y presenta como familia claramente funcional, entusiasta y amable en la
tradición del género (“Poltergeist”).
Una vez metido el miedo en el
cuerpo a base de sugerir, manejar los ritmos narrativos y planificar la puesta
en escena, el director de “Saw” da rienda libre al festín de terror y parece
divertirse incluyendo la mayor cantidad de ingredientes que hagan de “The
Conjuring” una bomba de horror para el espectador. Muñecos demoníacos,
psicofonias, armarios, puertas, posesiones, exorcismos. El tren de la bruja
perfecto. El catálogo de miedos más completo del cine reciente. El arañazo más
fuerte al reposabrazos de una butaca de cine.
“Expediente Warren, The
Conjuring” es la nieta bonita del terror de los 70, la que mejor ha aprovechado
el patrimonio dejado por Robert Wise, William Friedkin, Tobe Hooper, o Peter Medak.
También la consecución de todo lo andado por el propio James Wan, que va desde sus
ventrílocuos malditos de “Silencio desde el mal” hasta el terror de “Insidious”
pasando por la perversión de su film de debut, “Saw”. Un género, el terror, que
James Wan ha confirmado abandonará tras el estreno de “Insidious 2”. Y que mejor que irse dejando el pabellón alto.
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