Aunque en sus diferentes
acepciones en la Real Academia
Española de la lengua puede ser desde un “mojón” hasta un
clavo pequeño sin cabeza pasando por una persona cansina e insistente, la acepción
que buscamos de la palabra “HITO” es la que reza “Persona, cosa o hecho clave y fundamental dentro de un ámbito o
contexto”. Aquello cuya singular relevancia viene dada por su capacidad
para provocar novedad, para asombrar, para establecerse como acontecimiento
cumbre de la materia en cuestión.
Cuando unas
gotas de sangre furtivas salpicaban la lente de la cámara en la excepcional
distopía de “Hijos de los hombres”, el mexicano Alfonso Cuaron ya estaba
dejando evidencia de su intención por traspasar la pantalla, por convertir el
visionado de una película en algo más sensorial. Sus elegantes desplazamientos
de cámara, travellings imposibles en primera persona subidos a hombros de un
desorientado Clive Owen confirmaban a
Cuaron como un virtuoso de la narrativa visual y un alma inquieta de lo
hiperrealista. La vuelta de las 3D al mercado cinematográfico puso en bandeja a
Cuaron la oportunidad definitiva de saltar la pantalla y él ha aprovechado tal ocasión
logrando con “Gravity” ese HITO que las nuevas posibilidades del cine
demandaban desde hacía tiempo.
“Gravity” es, precisamente eso,
un paso adelante para el séptimo arte, cuyos avances desde que los Lumiere
grabasen a unos trabajadores saliendo de una fábrica siempre han ido de la mano
de la evolución técnica y los cuales, para adquirir la relevancia fundamental
en la historia de este arte, han necesitado del beneplácito de la audiencia en
forma de impacto y sorpresa durante el visionado para confirmar el grado de
revolución cinematográfica.
La película de Cuaron supone pues,
una experiencia cinematográfica sin igual, por supuesto en su formato tridimensional
para el que está concebida, justificado casi por primera vez y lejos de ser el
simple y barato reclamo de películas recargadas y artificiosas. La excusa, la
de subir al espacio cósmico, tan adorada y renovadora para el cine desde “2001,
una odisea en el espacio” hasta “Alien, el octavo pasajero”, es suficiente para
acercarse a ella y lo más parecido de lo que estaremos nunca de un viaje al
espacio.
Del mismo modo en que las cintas
de Kubrick y Scott presentaban la soledad y la indefensión del individuo frente
a lo infinito, Cuaron pretende potenciar el vacío existencial del ser humano a
través del drama espacial y el survival galáctico, para lo cual nos convierte
en un astronauta más, escafandra incluida, y nos señala como el tercer
astronauta en cuestión que acompañará en ese viaje personal y orbital a los
buenos de Sandra Bullock y George Clooney.
Perdidos en medio de la nada,
amenazados por gigantescos pedazos de basura espacial y perturbados por el
silencio abrumador del universo, “Gravity” es siempre un ejercicio de
minimalismo narrativo. Una obra contemplativa cuyo guión (escrito por Jonás
Cuarón, hijo del director) se limita a mover de A a B a sus protagonistas
ingrávidos. Ingravidez que es presentada en un asombroso plano secuencia
inicial de 15 minutos con el que adquirimos consciencia de la sensación de no
pisar tierra firme y que dará paso al posterior episodio protagonizado por una
Bullock correcta en su drama interior (el pasado que atormenta a su personaje
es posiblemente lo más convencional de la película) y en su lucha exterior.
Preciosos momentos como ese en
que Ryan Stone (Sandra Bullock) adquiere posición fetal o ese en que una
lágrima atraviesa la pantalla hasta casi tocar al espectador, elevan a “Gravity”
a la categoría de experiencia única, milagrosa y fascinante jamás vista en una
sala de cine, a la vez que otorgan a Alfonso Cuarón la condición de descubridor
y/o inventor de una nueva manera de mirar .y afrontar el séptimo arte.
Puede que “Gravity” no sea la
mejor película de la década, ni siquiera la mejor película del año, pero si es
algo que nunca has visto en una pantalla grande. Lo dicho, una “Persona, cosa o hecho clave y fundamental dentro de un ámbito o contexto”. Un verdadero hito.
0 comentarios