Hemos visto pinos, abetos de
todos los tamaños y colores. Sin ir más lejos el otro día me topé en un centro
comercial con un abeto de color lila en lo que supone un atentado al buen gusto
en la decoración navideña. Los hay recargados, con espumillones multicolores,
con efecto nevado, con y sin estrella en la punta. Pero ninguno
como el árbol viviente en que se convertía el pequeño y mudito Calvin en “Los
fantasmas atacan al jefe”. Adorable..
La tradición manda colgar unas
ramas de muérdago en la puerta de casa para que todo aquel que se situé debajo
de ellas deba besarse. Un cariñoso tópico de las navidades norteamericanas y
nórdicas que en España nos pasamos por el forro. Aquí somos más de ponernos
ciegos y lanzar besos a diestro y siniestro a partir de las 3 de la mañana tras
una cena de empresa o una reunión familiar haya o no muérdago encima de
nuestras cabezas, lo que provoca que la Navidad sea también la época del año
que más se estila el llamado movimiento de “la cobra”. El beso “under the
mistletoe” más recordado del cine, el que se dan Sandra Bullock y Bill Pullman
en “Mientras dormías”.
En los ochenta éramos única y
exclusivamente de los Reyes Magos, esos tres señores multirraciales, con barbas
hipsters y que viajaban en camellos que comían mendrugos de pan a la puerta de
los hogares. Pero los tiempos cambiaron y Coca-cola, el corte inglés y demás
franquicias impusieron una nueva figura la de “Santa Claus” AKA “Papá Noel”.
Ahora la cuota de popularidad se reparte entre ambos. Nos vemos obligados a
elegir. Son los Messi-Cristiano de la Navidad, los Lennon y McCartney de los
regalos.
De entre todos los Papá Noeles
que nos ha brindado el cine, nos quedamos con el alcohólico, vicioso y
ladronzuelo encarnado por Billie Bob Thorton en “Bad Santa”, una joyita de
persona capaz, sin embargo, de ser adorado por el pequeño y desagradable
Thurman Merman.
Acabas abrazado a ese jefe que te
ha bajado el sueldo para posteriormente decirle lo prepotente que es. Te bebes
hasta el agua de los floreros. Le tiras los trastos a la recepcionista a la que
saludas todas las mañanas. Te despiertas con la corbata en la frente. Todo un año
guardando las formas para perderlas en una sola fiesta navideña de empresa. No
dramatices, por muy catastrófica que sea tu celebración de empresa nunca
acabará peor que la de “Jungla de Cristal”, con terroristas armados
secuestrando las oficinas a golpe de metralleta. Puedes respirar tranquilo.
La emocionante película de Frank
Capra encontró en un despiste administrativo su gran oportunidad de convertirse
en la película navideña por excelencia. En 1974 los derechos de emisión de la
película debían ser renovados en una operación que jamás llegó a realizarse por
lo que “Que bello es vivir!” se convirtió en una cinta de dominio público que
podía ser emitida y/o proyectada sin coste alguno. De este modo todos los
canales aprovecharon la coyuntura y han explotado la emisión de la cinta de
Capra en cada navidad. Que levante la mano quien haciendo zapping en Diciembre no
se haya topado con el bueno de James Stewart agobiado por las deudas. A modo de
reconocimiento de su condición de “película de las navidades”, en títulos como “Solo
en Casa”, “Gremlins” o “Socorro, ya es navidad”, sus protagonistas ven esta
película en la tele.
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