2 de agosto de 2012


Con apenas un título en su filmografía, “Los duelistas”, Ridley Scott se embarcaba en 1979 en una cinta radicalmente opuesta a su opera prima. De la Francia Napoleónica al abismo espacial. De “Barry Lyndon” (Stanley Kubrick, 1975) a “Terror en el espacio” (Mario Bava,1965).

“Alien”, la historia de una nave, Nostromo, en la que sus 7 tripulantes detectan y emprenden la búsqueda de una señal de origen desconocido hasta descubrir una amenaza en forma de criatura alienígena, permitió a Scott redefinir el género de ciencia-ficción y de paso reinventar una vertiente del terror sobre lo desconocido, el terror espacial. Lo hizo apoyándose en unos pilares básicos, el arte conceptual del suizo H.R.Giger, creador de la famosa figura del alien, de las viscosas y góticas entrañas del Nostromo y la misteriosa y varada nave en la que se encuentra a la criatura conocida como “Space Jockey” (el nexo de unión con “Prometheus”, la reciente revisitación de la saga), el diseño de los trajes de astronauta realizados por el genio francés Moebius, la habilidad técnica en animatronics de Carlo Rambaldi o la mente escritora para la ciencia ficción de Dan O´Bannon, responsable del guión original sobre cual se introdujeron leves modificaciones.

Con un arranque que nos ubica en un futuro incierto, donde las misiones interplanetarias, las computadoras (“madre” es una suerte de “Hal 9000” femenino) que marcan directrices a seguir y la hibernación humana están a la orden del día, la expedición espacial de la Nostromo, de la que poco o nada sabemos, camina de vuelta a casa.
Se maneja escasa información en este prólogo en el cual no importa el antes y sí todo lo que acontezca con posterioridad a la detección de la señal que obligará a la tripulación a tomar tierra. Scott, con un tempo lento que caracteriza toda la película, apenas muestra el cometido particular y/o relaciones interpersonales de cada uno de los tripulantes y especialmente hace hincapié en la atmósfera de la Nostromo, moviendo la cámara con sutileza y pausa por los rincones de la embarcación sembrando una calma tensa que jamás abandonará la narración aún cuando la amenazante criatura haga acto de presencia.
Con la búsqueda de vida exterior, Scott dejará a un lado la opresiva descripción de ambientes para poner en práctica el plano subjetivo de los protagonistas, lo que incentiva la angustia en otro de los muchos hallazgos de realización de la película. El ataque por parte de un inquietante y adherente parásito a Kane (John Hurt) comenzará a definir los roles de los protagonistas -el liderazgo de Dallas (Tom Skerrit), la racionalidad de Ripley (Sigourney Weaver), la dualidad de Ash (Ian Holm)-, al tiempo que dará inicio a la presencia de ese “octavo pasajero” (subtitulo de la película en su traducción española) que surgirá del vientre de Kane en una de las secuencias más inesperadas, terroríficas y legendarias de la historia del cine (el llamado "chest bursters", rompe pechos).

La bestia está suelta pero no es visible. Menos es más. Al menos así lo quiso Ridley Scott en el enésimo acierto de la cinta. Sustituir lo explicito por lo sugerente, no mostrar jamás al alien de cuerpo entero (dentro del cual estaba el gigante africano Bolaji Badejo) sino en fugaces apariciones, jugar constantemente con el fuera de campo, generar la turbación y el desasosiego a través de continuos travellings por los sobrecogedores pasillos de la nave acompañadas de un uso inteligentísimo de los efectos sonoros (esos latidos de corazón, esas gotas de agua que caen, los ventiladores) y de la mirada despavorida de un felino.
Como pasar de pura ciencia-ficción a un nuevo subgénero, al terror espacial más puro, donde la criatura y su darwinismo latente convierte a “Alien” en un drama de superviviencia en el que se erigen dos figuras clave; la de un robot, Ash, (campo que posteriormente exploraría Scott con la no menos genial “Blade Runner”) cuya apariencia humana está en contradicción con sus ordenes, que destaparán los verdaderos intereses de la compañía detrás del proyecto, y que incluso intentará poner fin a la vida de Ripley (Weaver), auténtica protagonista a posteriorí de la saga y por primera vez héroina en un terreno eminentemente masculino. Su cara a cara final con el alien, (al cual siempre se la han atribuido connotaciones sexuales) con una Ripley que destapa su femenidad en forma de ropa interior y una criatura aparentemente aletargada supone un climax tan medido y sosegado como el tempo con el que Ridley Scott nos acostumbra durante toda la película, dejando para la regresiva cuenta de explosión de la Nostromo un suspense in-crescendo que se une al horror del enfrentamiento directo con la alargada criatura.


Sublimacion de un género, iniciadora de un nuevo estilo narrativo, precursora de una saga que derivó hacía el terreno de la acción de corte ochentero y noventero y referencia absoluta para multitud de títulos que surgieron con posterioridad (algunos de ellos maravillosos como "La Cosa" de John Carpenter), "Alien" no ha perdido un ápice de vigencia en sus revolucionarios hallazgos, ni siquiera le ha abandonado la tensión constante que le caracteriza, mostrandose todavía superior a la gran mayoría de sus imitadoras. Todo lo contrario que la carrera de su director, el cual consiguió, apenas tres años despúes, alcanzar una cima ("Blade Runner", 1982) que jamás ha vuelto a tocar en innumerables e infrucutosos intentos.
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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

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