Si “Alien, el octavo pasajero” permutaba
los ingredientes de la ciencia ficción más pura con el terror de constantes góticas,
“Aliens” convertía el universo que ilustró Ridley Scott en un terreno apto para
desarrollar un thriller de acción espacial deudor del “Starship Troppers” de
Robert A. Heinlein.
Ambientada 57 años después de los
hechos ocurridos en la
nave Nostromo, “Aliens” despierta a la teniente Ripley de
su hibernación mostrándole la colonización del LV-426, lugar donde Kane y compañía
descubrieron años atrás los huevos de Alien destapando la caja de los truenos
alienigena. Por primera vez en la saga, la industria Weyland-Yutani,
escéptica en cuanto a los hechos de la Nostromo, hace acto de presencia para
convencer a Ripley de la aparente seguridad de dicha colonización, hasta que durante
una inspección rutinaria, los colonos ponen de nuevo en escena a los parásitos facehuggers,
volviendo a desatar la amenaza alienigena (está vez, plural). La compañía enviará
al lugar a una unidad de marines que incluye a Ripley, para inspeccionar la
zona y acabar con los aliens que asolan el LV-426.
Recién salido de “Terminator”
(1984), el cuasi novato James Cameron, recibía el complicado encargo por parte
de Walter Hill, Gordon Carroll y David Giler, productores de la primera entrega,
de convertir en saga lo que había resultado ser un éxito de crítica y público
en el año 1979. “Alien” había creado un universo propio y (también) expandible
gracias a la imaginación de Dan O´Bannon y H.R. Giger y a la puesta en escena
de Ridley Scott, con lo que Cameron debía aportar su visión al escenario
existente. En lugar de repetir la sutileza narrativa, el tempo lento, los
largos travellings por los pasillos y bodegas de la Nostromo y la sugestiva y
puntual presencia de la criatura en escena, Cameron (guionista en solitario de
la secuela) llevó a su terreno a la cinta y prefirió dotar de acción al relato,
siendo más explícito, grueso y excesivo en su propuesta, convirtiendo a “Aliens”
en una cinta bélica espacial, donde grandes exoesqueletos, aparatoso armamento (creación
de Syd Mead, que ya trabajase en “Blade Runner") y criaturas multiplicadas e
inteligentes (en la cinta de Cameron un Alien llega a coger un ascensor!!,
mientras que en la de Scott
eran simples seres con afán de supervivencia) se unían a una Ripley
completamente masculinizada para la batalla tras su gradual proceso de
transformación en heroína espacial de la cinta original, y a la que Cameron quiso
suavizar en su virilidad, introduciendo al personaje de Newt, una niña que sacará
a relucir el instinto maternal de Ripley.
Es “Aliens” un título radicalmente
diferente a su original, a pesar de contener las mismas señas de identidad, que
sin embargo tiene cualidades para destacar como uno de los grandes títulos de
acción de los años 80. La cámara subjetiva de los marines a la caza del Alien,
la introducción de personajes arquetípicos del género (el villano de parte de
la organización, el marine charlatán, la soldado hercúlea y testaruda), los
cuidados y sorprendentes efectos especiales (anda por ahí Stan Winston encargándose
de los aliens) unidos a alusiones inevitables de la cinta original (Bishop el
androide, los recargados pasillos, ventiladores y conductos de la nave, etc) hicieron
de “Aliens, el regreso” un thriller de acción ejemplar y todavía hoy
sorprendente por su vibrante capacidad para narrar los enfrentamientos entre
criaturas y marines y para plantear un climax final emocionante y gigantesco. Todo
ello gracias a la grandilocuencia habitual de Cameron, que reinvento y expandió
el universo que inició Scott y consiguió con “Aliens” un éxito que lo confirmó
como uno de los directores más ambiciosos y admirados por la industria del entretenimiento
norteamericana.
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