Emular el peculiar inglés de
Alfred Hitchcock con el marcado acento del norte de Londres y la inconfundible
gestualidad del mago del suspense mientras luchas contra varias capas de latex sobre
tu rostro no parece tarea fácil. Lo que suponía un caramelo interpretativo para
Anthony Hopkins ha resultado ser un marrón de grandes proporciones para un
actor que ya salvase personajes históricos como Nixon o Picasso. Y es que
“Hitchcock” (Sacha Gervasi, 2012) se encuentra más cerca de la parodia
involuntaria que del biopic ilustrado acercándose a la figura del orondo
directo desde un punto de vista liviano donde el bueno
de Alfred comparte tanto protagonismo como su amada esposa Alma Reville (Helen
Mirren), que domina por momentos la película con una trama secundaria
pseudoromántica desafortunada con la que Gervasi intenta explicarnos la absoluta
dependencia de Hitchcock con respecto a la que fuese su compañera de fatigas
durante toda su carrera.
En la coproducción paralela entre
HBO y BBC, “The Girl” (Julian Jarrold, 2012), la figura de Alma Reville ocupaba
un segundo plano más adecuado y cercano a la realidad, sin que en el relato omitiese
las carencias afectivas, los recelos y la fidelidad de Alma con respecto a la
imponente figura pública de su esposo y su innegable obsesión por las rubias. “Alma Reville would have been Kathryn Bigelow
today”, afirma el bueno de Gervasi evidenciando su interés por el
retrato de la señora de Hitchcock, por honrar y ensalzar el trabajo en la
sombra de Reville en una película cuyo título bien podría haber sido el de
“Alma”.
Puesto que “Hitchcock” no se define entre ser un biopic puro del “enemigo
de las rubias” o decantarse por su entregada mujer, quizá lo más correcto
hubiera sido tomar el título original de la novela de la que parte “Alfred
Hitchcock and the making of Psycho”, porque en las vicisitudes del rodaje de
“Psicosis” uno de los títulos más importantes del inventor del mcguffin es donde
reside el principal atractivo de “Hitchcock”, la cual recrea los tiras y
aflojas del director de “Vértigo” con la industria de Hollywood, la Paramount o
el código censor. Como divertida y didáctica clase de historia del cine la
película de Gervasi sirve para conocer la maestría de Alfred Hitchcock a la
hora de gestar un proyecto de obra maestra que suponía una ruptura con el
género de terror y acercaba la violencia a la pantalla sin descuidar la
elegancia habitual del mago del suspense tras las cámaras. Es particularmente
interesante la composición de la memorable secuencia de la ducha, la importancia
del montaje o la música en dicho momento, la relación del realizador con sus
estrellas (Janet Leigh o Vera Miles, encarnadas por Scarlett Johannson y
Jessica Biel) o la inteligencia de Hitchcock a la hora de manejar la intriga y
la expectación en la propia promoción de “Psicosis” (por todos conocida la
compra de todos los volúmenes de la obra original de Robert Bloch o las
estrictas normas de proyección de la película).
“Hitchcock” se abre y cierra como si de un capítulo de “Alfred Hitchcock
presenta” se tratase y hace interactuar a Hitchcock con Ed Gein, el asesino en
serie norteamericano en el que Norman Bates se miraría, demostrándose como un
acercamiento definitivamente juguetón y desinhibido sobre el que probablemente
sea el director más popular del séptimo arte, cuyo carisma y personalidad
todavía suponen un fuerte influjo, incluso sobre los dos biopics que se han atrevido
acercarse a su mítica figura.
Una buena historia, bien contada, con un Hitchcock amable que muestra ante la pantalla todas sus neuras y debilidades de la mano de Alma, su comprensiva esposa. Buenas interpretaciones para una película que hace pasar un buen rato. Un saludo!