29 de enero de 2014

Largos renglones se han escrito sobre la figura de Walter Elias Disney. Que si nació en Mojacar fruto de una noche de pasión de una lavandera del pueblo. Que si su nombre real es José Guirao Zamora. Que si tenía un diente de madera. Que si simpatizaba con los regímenes fascistas, despreciaba a las mujeres y ejercía de agente secreto anticomunista para el FBI. Mucha la mitología que circula alrededor del gran nombre de la historia de la animación, sin ir más lejos, su criogenización, que puede que nos lo devuelva el día que la ciencia acabe por evolucionar, pero toda sigue siendo hoy comentada desde la incertidumbre y la discreción por mucho que le pese a Meryl Streep.

La llegada de un biopic sobre el bueno de Disney podría habernos dado algo de luz acerca de su controvertida figura, sin embargo no cabía esperar un arrebato de valentía y verdad en “Al encuentro de Mr.Banks” ("Saving Mr.Banks"), película producida por la propia compañía Walt Disney y enmarcada en la tendencia poco reveladora y muy complaciente de biopics sobre grandes personajes del Hollywood clásico como Marilyn Monroe en “Mi semana con Marilyn” o Alfred Hitchcock en “Hitchcock”, títulos que abordaban tangencialmente las fuertes y controvertidas personalidades de estos mitos del cine, anteponiendo a ellos una figura externa que acaparaba inesperadamente el protagonismo de ambas cintas. Biopics de la persona detrás de la persona.

Por tanto, lo que significó el ayudante de dirección Colin Clark (Eddie Redmayne) en “Mi semana con Marilyn” o la abnegada esposa y colaboradora de Alfred Hitchcock, Alma Reville en “Hitchcock”, significa ahora en “Al encuentro de Mr.Banks” la escritora australiana P.L.Travers, creadora de Mary Poppins y testaruda a la hora de mantener intacta la integridad de su novela infantil frente a las ideas animadas de Walt Disney y su maquinaria de entretenimiento.

Estamos, pues, ante la historia de un duelo de obstinados, una guerra de intenciones que ejemplifica la eterna disputa entre productor y autor por la fidelidad de una adaptación y a la que Tom Hanks y Emma Thompson saben dotar de credibilidad y empatía convirtiendo, por momentos, a “Al encuentro de Mr.Banks” en una apreciable muestra de cine interpretativo, de reto actoral entre ambos actores por dar la réplica perfecta. La cinta de John Lee Hancock (“The Blind Side”) se enriquece de la fuerte presencia de ambos actores y en cada una de sus rivalidades la película crece en interés y en atractivo. Incluso Thompson (excelente e injustamente olvidada en los Oscar) consigue capturar la esencia de su personaje más allá de sus enfrentamientos con Hanks, en todas las secuencias en que su personaje, P.L.Travers, conecta/choca con los hermanos Sherman (Jason Schwartzman y B.L. Novak) responsables de himnos como el “Supercalifragilisticoespialidoso”, con el guionista Don DaGradi o con un modesto chofer que encarna con serena amabilidad Paul Giamatti, lo que convierte también a “Saving Mr.Banks” en un encantador y cinéfilo acercamiento al proceso creativo de una de las películas infantiles más importantes de la historia, “Mary Poppins”.
Es por eso que las frecuentes idas y venidas a la infancia de P.L.Travers en forma de flashbacks que exploran el porqué de su perseverancia a la hora de mantener intactos a los personajes de su novela en la adaptación cinematográfica, rompen el buen tono encontrado en el continúo tira y afloja entre Travers y Disney y ponen el riesgo todo el interés captado en el espectador, por mucho que Colin Farrell y Ruth Wilson se esfuercen en componer una pareja de principios de siglo llena de problemas económicos.

Al encuentro de Mr.Banks” no despejará tus dudas sobre las  diversas leyendas alrededor de Disney, puede que no sea todo lo rigurosa que debería ser con la creación de “Mary Poppins” (¿qué ha pasado con uno de los guionistas de la película, Bill Walsh?) ni que cuente toda la verdad sobre P.L.Travers (su lesbianismo, sus hijos adoptados), pero es innegable que, aún siendo sesgada, la película de la que se adueñan Hanks y Thompson supone un cautivador ejemplo de nostalgia y cinefília, con el que recordaremos lo mucho que nos sorprendió ver pinguinos bailando junto a Dick Van Dyke o como Walt Disney fumaba a escondidas en su oficina de Los Ángeles, en un anticipo de su fatal (y ¿criogenizado?) final.
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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

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