El terror de casas encantadas
podría ser el subgénero más fértil que existe. Su capacidad para reproducirse
desafía continuamente al peligro de extinción. No hay cartelera en la que no
figure un título de sus características. No hay actor que no lo haya protagonizado.
Ni siquiera el versátil Ethan Hawke, cuyo currículo está repleto de cambios de
género se ha podido resistir a la tentación de mudarse con su abnegada esposa y
sus tétricos hijos a una mansión de oscura herencia y presencias maléficas.
“Sinister” es, exactamente, un
título de casas encantadas al uso, pero cuenta con un valor añadido, la
existencia de unas misteriosas cintas caseras rodadas en super 8 cuyo impacto
en la pantalla es verdaderamente efectivo.
Como en “The Ring” con su VHS
endemoniado, son estas grabaciones las que siembran el mal rollo en pantalla.
El guión de Scott Derrickson (director de todo esto) y C. Robert Cargill jugará
a someter a un escritor en crisis creativa, obsesionado y alcoholizado, a las
imágenes que éstas guardan, estableciendo así el motor de una historia
principal que contiene crímenes en serie, algo de ocultismo y contadas dosis
paranormales, ingredientes idóneos para el género literario preferido del bueno
de Ellison Oswalt (Hawke).
La potencia de las
videograbaciones caseras, acompañadas de una excelente y terrorífica partitura
de Christopher Young, son el gran activo de “Sinister”, creando una atmósfera
malsana y un desarrollo suficientemente inquietante. Lástima que Derrickson
acabe sucumbiendo al convencionalismo y previsibilidad del resto de sus
elementos; hija especial, hijo con pesadillas nocturnas, niños más que pálidos
y algún que otro susto efectista con abuso de los efectos de sonido, derivando
hacía un tramo final precipitado y fácilmente pronosticable que pueden empañar
el resultado global de una cinta que, sin embargo, ha sido capaz de
proporcionarnos algunos de los mejores momentos de horror del año.
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