Aunque se haya metido en la piel
del mismísimo Alejandro Magno, fuese nada más y nada menos que Sonny Crockett o se haya
enfrentado a Daredevil encarnando a Bullseye, lo que a Colin Farrell
verdaderamente le pone es ser un tipo rudo y angustiado, parco en palabras,
ejecutor implacable de sus propias intenciones y envuelto en entramados
mafiosos de los que no puede escapar. Siempre solitario y siempre en el punto
de mira de la chica guapa de turno. Basta que recordemos esa esforzada
reproducción “scorsesiana” como era “London Boulevard” o incluso el último de
los Woody Allen londinenses “Cassandra´s dream” para comprender lo a gusto que
se encuentra el actor irlandés poniendo cara de duro misterioso pero compasivo.
Incluso en el infausto remake de “Desafío Total”, Farrell arqueó sus cejas
hasta convertir el desconcierto de su personaje en aflicción y aspereza.
“Dead Man Down” es el enésimo ejemplo
del arquetípico “matón Farrelliano”. Desde luego no el mejor (dejemos aparte su inexistente acento para ser húngaro), pero si uno más a engrosar a
la lista de este prototipo de héroe concebido por el bueno de Collin.
Estamos ante un thriller
esforzado. No especialmente bien dirigido ni escrito. Inofensivo. Entretenido a
ratos y olvidable. Su director es Niels Arden Oplev, componente de esa nueva generación
de directores escandinavos (Morten Tyldum, Daniel Espinosa) que se manejan bien
en este género y que andan progresivamente dando el salto a Hollywood. Suya fue
la primera versión de “Millenium; los hombres que no amaban a las mujeres” con
la que parecía dominar con mucho más que soltura en pantalla el best seller de
Stieg Larsson hasta que llegó Fincher y demostró que se podía pulir, embellecer
y mejorar la obra original en su salto al celuloide.
De aquella versión, lo mejor era
sin duda Noomi Rapace, sueca con carácter que ya sabe como se trabaja en la
gran industria (“Sherlock Holmes”, “Prometheus”) y con la que Arden Oplev
vuelve a contar para la ocasión. Tristemente su personaje es el peor dibujado
de toda la película (su trauma físico jamás logra a ser creíble por mucho que los
niños la llamen “monstruo” y le tiren piedras!!) aunque su trabajo es más que
digno y su presencia junto con la de Farrell dan empaque a la película.
En su trama romántica, personal,
vengativa, la película intenta justificar los actos de su pareja protagonista,
aumentar la vileza de los malos de la película e incluso abrir subtramas que se
tornarán innecesarias (el sujeto causante del accidente de Rapace) componiendo
un thriller afanoso pero inocuo por los lugares comunes que visita, por la escasa
originalidad de su propuesta, en donde solo el telón de fondo de una Nueva York
menos lujosa de lo habitual logra llamar la atención de un conjunto que ni
siquiera es capaz de sacar provecho a una curiosa reunión de secundarios que va
de F.Murray Abraham a Armand Assante pasando por Isabelle Hupert. Y eso si que
es algo que a un thriller con aspiraciones nunca se le puede escapar.
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