Es alarmante la corriente de
opinión generada alrededor de la figura de un creador singular como es M.Night
Shyamalan, casi siempre indiscriminada y sobrealimentada por una aversión
patológica de la crítica norteamericana hacía el director hindú que nace desde
bien comenzada su carrera. El vapuleo hacía sus películas se ha convertido en
algo sistemático, reduciendo así su valor analítico, fomentando el prejuicio
como origen de la observación y estudio de cada uno de sus títulos. “After
Earth” ha sido el paradigma de obra injustamente valorada por la distorsionada óptica
con que se mira, victima, además, de la volubilidad del boca-oreja.
Partiendo de una idea original de
Will Smith, impulsor de este proyecto para Sony Pictures y del que Shyamalan es
mero ejecutor en su trabajo más alimenticio hasta la fecha, “After Earth” narra
un relato elemental sobre la distanciada relación entre un padre autoritario y
su hijo adolescente necesitado de la aceptación paternal. Historia que podría
completarse en apenas un par de líneas de guión pero que sirven de eficaz motor
para el desarrollo de un universo fantástico donde los humanos se han instalado
en el planeta Nova Prime huyendo de la Tierra, la cual se ha rearmado en su
propia naturaleza para defenderse de la posible amenaza del que fuera su
poblador.
En el núcleo de este drama
parental envuelto en aventura de sci-fi está el equilibrio de una película que
a la que se le puede achacar su excesiva simplicidad pero no su honestidad.
Conforme hemos sido testigos del oscurecimiento de las grandes
superproducciones, de la extrema diferenciación por edades de las películas
llamadas a entretenernos hemos paralelamente olvidado que no hace tanto tiempo
existía un cine familiar, blanco, ingenuo quizás, características que ahora se
tiende a rehusar mecánicamente . “After Earth” viene, a contracorriente, a
llenar ese vacío con elegancia y bastante sensibilidad.
Como ejemplar producto para todos
los públicos, “After Earth”, en su naturaleza de inocencia contiene un mensaje
ecológico y de superación. Un salto al vacío, al precipicio como metáfora del
crecimiento personal del adolescente impetuoso y del riesgo necesario a tomar para
salvar al hombre de las amenazas propias de la Tierra. Entre ello,
una exploración sobre los miedos y la capacidad para canalizarlos, detalle
recurrente en la filmografía del hindú (desde el temor al agua de Willis en “El
Protegido”, hasta el terror a lo desconocido de Dallas Howard en “El bosque”,
pasando por el miedo espiritual del pequeño Joel-Osment en “El sexto sentido”)
que hacen pensar que a pesar de tratarse de un producto de encargo, Shyamalan
ha sabido insertar sus inquietudes como cineasta, además de su talento para el
movimiento de la cámara y la puesta en escena (esa repetida secuencia
protagonizada por Zoe Kravitz) que convierten a “After Earth” en la
superproducción estéticamente más limpia en bastante tiempo, aprovechando al máximo su excelente diseño de producción.
Es en el drama humano donde “After
Earth” más se resiente, especialmente por la incomodidad de Will Smith en un
personaje frío en el que es incapaz de encontrar el tono exacto entre la dureza
y la ternura y por la todavía bisoñez de su hijo Jaden, ejerciendo,
precisamente, de lo que es, un pre-adolescente sin formar. Sin embargo, la
emotividad del relato emerge desde otra situación; en el contacto del joven
Jaden con la propia naturaleza. Su encuentro con el águila gigante puede ser fácilmente
uno de los más auténticos y bonitos momentos del cine de este año.
“After Earth” no es por tanto, el
desastre que todos proclaman, ni la moñez aburrida y cienciologa que muchos han encontrado, y si una íntima propuesta de ciencia-ficción sin demasiadas ínfulas que bajo
un envoltorio de blockbuster que opta por la sencillez de una historia
naturalista, paterno-filial y afectiva en lugar del abuso, cada vez más
generalizado, por el ruido y el exceso visual del cine de masas, habitualmente
veraniego. Algo así como un oasis en mitad del desierto.
tanto había oído sobre ella que ni ganas tenía de verla... me alegro de haberla visto, finalmente. se ha perdido el gusto por este tipo de películas, más familiares y menos estruendosas.