Estoy convencido que tras “Una
vida en tres días” es posible instaurar definitivamente un nuevo subgénero, el de “películas
con Kate Winslet en vestido camisero” o el de “películas con Kate Winslet de
ama de casa con pelo churretoso”.
La sensación de “esta peli ya la
he visto” cuando dan comienzo los primeros minutos del último trabajo de Jason
Reitman ("Juno") es innegable; a la ganadora del Oscar por “El lector” la hemos visto
haciendo sus labores del hogar de semejante guisa en numerosos títulos donde
además ejerce de sufridora madre. El más evidente, “Revolutionary Road”, cinta
melodramática con no pocos puntos en común con la cinta que nos ocupa.
“Una vida en tres días” nace de la
mente de la escritora Joyce Maynard en el año 2009. La que fuera adolescente
enamorada y compañera del ermitaño y mohíno autor de “El guardián entre el
centeno”, J.D.Salinger, ideó la novela de la que parte la película de Reitman
cumplidos los 50, en estado de divorcio y, según afirma, inspirada por el sueño
de una noche calurosa. No nos extraña. El melodrama que narra “Labor Day” es, precisamente
eso, el anhelo húmedo de un alma femenina necesitada de calor.
Más cercana a una novela rosa de
Danielle Steel que a la anterior y reivindicable película de Reitman, “Young
Adult”, “Una vida en 3 días” supone la inmersión del director norteamericano en
un terreno inexplorado, menos audaz e inesperadamente trasnochado para alguien
que ha utilizado el cinismo y el humor en obras como “Gracias por fumar” o “Up
in the air”. La historia de un preso fugado de la carcel, insospechadamente dulce como un pastel de melocotón recién horneado,
que secuestra a una madre incapaz de superar su reciente separación y a su hijo
en pleno descubrimiento carnal, y que antes que salvar su pellejo prefiere arreglar
las tuberías oxidadas de esta familia desestructurada, es inverosímil a todas
luces y únicamente creíble a ojos de alguien que haya fantaseado con recibir la
visita inesperada durante un fin de semana de un musculado, sudoroso y
complaciente desconocido.
No hay nada malo en una historia
de estas características. Mi abuela suele devorar muchas de estas cintas después
de ver la predicción meteorológica de Antena 3. El asunto está en las ínfulas
de “película más importante de lo que realmente es” que alberga “Una vida en tres días”, con ese halo de tragedia que sobrevuela todo el metraje, con esa
entregada (y deseosa de nominación al Oscar) interpretación de una actriz de la
altura de Kate Winslet en una decisión de casting demasiado evidente, esa voz
en off, la música enfatizando el melodrama y esos flashbacks torpemente reveladores. Y con un Josh Brolin incapaz
de encontrar el punto justo entre ex presidiario intimidatorio y amante sensible.
Solo la mirada de Reitman al
periodo iniciático hacía el amor y el sexo del preadolescente en los últimos
días de verano (el “labor day” americano que se celebra a principios de
Septiembre) agitada por la irrupción del adorable fugado, logra contener
ciertas dosis de verdad y tacto, aunque es una lástima que el propio director
se encargue de estropearlo con una secuencia almibarada hasta la hiperglucemia que
nos remite a los mejores trabajos en arcilla de la película “Ghost”.
Para estar así, mejor que Reitman deje los melocotones y vuelva a los cigarrillos y Winslet cuelgue el delantal.
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