18 de marzo de 2014

Estoy convencido que tras “Una vida en tres días” es posible instaurar definitivamente un nuevo subgénero, el de “películas con Kate Winslet en vestido camisero” o el de “películas con Kate Winslet de ama de casa con pelo churretoso”.
La sensación de “esta peli ya la he visto” cuando dan comienzo los primeros minutos del último trabajo de Jason Reitman ("Juno") es innegable; a la ganadora del Oscar por “El lector” la hemos visto haciendo sus labores del hogar de semejante guisa en numerosos títulos donde además ejerce de sufridora madre. El más evidente, “Revolutionary Road”, cinta melodramática con no pocos puntos en común con la cinta que nos ocupa.

Una vida en tres días” nace de la mente de la escritora Joyce Maynard en el año 2009. La que fuera adolescente enamorada y compañera del ermitaño y mohíno autor de “El guardián entre el centeno”, J.D.Salinger, ideó la novela de la que parte la película de Reitman cumplidos los 50, en estado de divorcio y, según afirma, inspirada por el sueño de una noche calurosa. No nos extraña. El melodrama que narra “Labor Day” es, precisamente eso, el anhelo húmedo de un alma femenina necesitada de calor.

Más cercana a una novela rosa de Danielle Steel que a la anterior y reivindicable película de Reitman, “Young Adult”, “Una vida en 3 días” supone la inmersión del director norteamericano en un terreno inexplorado, menos audaz e inesperadamente trasnochado para alguien que ha utilizado el cinismo y el humor en obras como “Gracias por fumar” o “Up in the air”. La historia de un preso fugado de la carcel, insospechadamente  dulce como un pastel de melocotón recién horneado, que secuestra a una madre incapaz de superar su reciente separación y a su hijo en pleno descubrimiento carnal, y que antes que salvar su pellejo prefiere arreglar las tuberías oxidadas de esta familia desestructurada, es inverosímil a todas luces y únicamente creíble a ojos de alguien que haya fantaseado con recibir la visita inesperada durante un fin de semana de un musculado, sudoroso y complaciente desconocido.

No hay nada malo en una historia de estas características. Mi abuela suele devorar muchas de estas cintas después de ver la predicción meteorológica de Antena 3. El asunto está en las ínfulas de “película más importante de lo que realmente es” que alberga “Una vida en tres días”, con ese halo de tragedia que sobrevuela todo el metraje, con esa entregada (y deseosa de nominación al Oscar) interpretación de una actriz de la altura de Kate Winslet en una decisión de casting demasiado evidente, esa voz en off, la música enfatizando el melodrama y esos flashbacks torpemente reveladores. Y con un Josh Brolin incapaz de encontrar el punto justo entre ex presidiario intimidatorio y amante sensible.


Solo la mirada de Reitman al periodo iniciático hacía el amor y el sexo del preadolescente en los últimos días de verano (el “labor day” americano que se celebra a principios de Septiembre) agitada por la irrupción del adorable fugado, logra contener ciertas dosis de verdad y tacto, aunque es una lástima que el propio director se encargue de estropearlo con una secuencia almibarada hasta la hiperglucemia que nos remite a los mejores trabajos en arcilla de la película “Ghost”.

Para estar así, mejor que Reitman deje los melocotones y vuelva a los cigarrillos y Winslet cuelgue el delantal.
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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

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