7 de abril de 2014

Ni tú, ni yo, ni el más listo de la clase habría adivinado el enorme éxito de taquilla de “Ocho apellidos vascos”. 
Camino de ser la película con mayor recaudación de la historia del cine de nuestro país, capaz de batir a estrenos norteamericanos de gran pirotecnia como “Capitán América, el soldado de invierno” o de proporciones bíblicas como “Noé”, o de lograr ella sola la mitad de todo el dinero acumulado en salas por la popular “Fiesta del Cine”, la modesta cinta de Emilio Martínez Lázaro es algo así como un acontecimiento inesperado pero bienvenido para el maltrecho cine español, y sobre la cual podemos analizar una y otra vez las posibles causas de su triunfo para sacar una única conclusión; hay películas que nacen con estrella y otras que nacen estrelladas. Sin embargo, reparemos en esas particularidades que nos harán entender algo mejor la gloria encontrada por la que ya es la película española del año.

Es cierto que en este país siempre hemos sido muy de cine de comedia, costumbrista a ser posible, y que, aparte de proyectos internacionales con el reclamo de grandes estrellas de Hollywood trabajando a las órdenes de directores españoles (“Los Otros”, “Lo imposible”), ha sido el género de la risa el que ha reunido a un importante número de espectadores en las salas españolas. Un terreno que Santiago Segura (tipo sabio él) lleva dominando casi con exclusividad desde que se estrenase "Torrente" en 1998.

El cine español lo sabe y no ha dejado de intentarlo cada año; “Tres bodas de más”, “¿Quién mató a Bambi?”, “La gran familia española”, “Las brujas de Zugarramurdi”, “Los amantes pasajeros”, “Promoción fantasma”, “Pagafantas”, “Que se mueran los feos”, “No controles”, “Holmes&Watson: Madrid Days” (perdón por el chiste fácil) o incluso en pequeños enredos localistas como “Bypass” (con alguna conexión con la cinta que nos ocupa). Títulos  que cubren con la tradición española del cine de comedia (intentando incluir algo de renovación en ella), y que con desigual fortuna ha querido encontrar el respaldo masivo del consumidor español que históricamente ha apoyado al género. Su éxito podría haber sido el de “Ocho apellidos vascos”, aunque bien sea por factores externos (menor impacto de marketing, menor refuerzo del boca-boca) o por errores propios, no han logrado el beneplácito del espectador más allá de su primer fin de semana de estreno.

¿Es entonces "Ocho apellidos vascos" una comedia novedosa, única y rompedora de la que podríamos esperar la atención del público desde un primer momento?. En absoluto. Nos atreveríamos a decir que la película de Emilio Martínez Lazaro es, precisamente, todo lo contrario a una comedia con aires renovadores.
Su premisa argumental de contrastes y costumbres geográficas recuerda visiblemente a "Bienvenidos al Norte", que no por casualidad, es la película francesa más taquillera de la historia del país galo y a la que ni siquiera "Intocable" pudo destronar de su primer puesto. La cinta de Danny Boon ya extraía la comedia de las disparidades entre los habitantes del Norte-Sur francés con unas pizcas de enredo y líos matrimoniales. Semejante éxito hizo que Italia crease su propia versión, "Bienvenidos al Sur", bajando esta vez de Milán a Nápoles para reírse de la bribonería napolitana. Por supuesto fue la cinta italiana más taquillera de su año con más de 5 millones de espectadores.

España no ha elaborado un remake con derechos de aquellas, pero si ha hecho su propia y libre adaptación valiéndose de ese choque de culturas y costumbres tan arraigadas a vascos y andaluces, desde un punto de vista cercano al cliché, al tópico o al acento propio de las identidades de cada uno, y sin eludir temas políticamente espinosos a los ojos del espectador (terrorismo, nacionalismos, etc) con los que el cine español no se había atrevido a enfrentar desde la sorna y el chiste. Quizá esto último pueda ser lo más valorado por el espectador que está pagando su entrada para "Ocho apellidos vascos". Por mucho que "Vaya semanita" haya estado años creando afortunados chistes y sketches sobre el tema en cuestión, compartir risas en una sala de cine sobre la kale borroka ayuda a aliviar tensiones políticas acumuladas y a normalizar una situación que, de manera más o menos indirecta, afecta al español de a pié.

Según datos facilitados por Mediaset, otra de las grandes culpables del impacto inicial de la película gracias a su agresiva campaña de promoción, esta historia de abertzales y pijos sevillanos engominados ha supuesto un incremento de espectadores en ambas autonomías; en el País Vasco, suele cubrir el 5% de la recaudación de toda España, "Ocho apellidos vascos" ha obtenido el 13%. En Andalucía, que suma el 12 %, el porcentaje en taquilla ha sido del 16 %. Aunque solo sea por la mera curiosidad de ver su retrato en primera persona, vascos y andaluces suponen un incremento adicional de espectadores para la película.

Más allá de argumentos geográficos, "Ocho apellidos vascos" utiliza otra de las armas más antiguas y efectivas del género, el enredo. El lío amoroso, de malentendidos, con engaños, bodas y secundarios entrometidos. Algo tan viejo como Shakespeare o Lope de Vega. Y tremendamente popular, también, lo que significa una apuesta sobre seguro por parte del dúo guionista formado por Borja Cobeaga y Diego San José (responsables de "Vaya semanita" en diferentes periodos del programa) así como un terreno sobre el cuál su director, Emilio Martínez Lázaro, se mueve con gusto. El cineasta madrileño es especialista en convertir, con muy poco, pequeñas comedias en obras muy apreciadas por el público español. "Amo tu cama rica" (1991), "Los peores años de nuestra vida" (1994) (ambas con David Trueba en el guión) y sobre todo, "El otro lado de la cama" (2002) son ejemplos del buen ojo de Martinez Lázaro a la hora de reunirse con incipientes guionistas, llevar a cabo una correcta dirección de actores y lograr una gran aceptación en taquilla, disimulando su parca realización y puesta en escena en el género de comedia (desde aquí reivindicamos otros títulos de su carrera como "La voz de su amo").
Con semejantes factores, ¿cómo no pudimos entonces adivinar el taquillazo que supondría "Ocho apellidos vascos"?. La tendencia a focalizar en exceso los gustos y las corrientes de opinión y a descartar un abanico más amplio de espectadores puede que haya deteriorado nuestro olfato para detectar los éxitos de público. No le faltaba razón a Emilio Martínez Lázaro cuando afirmaba que su película gustaría a un público comprendido entre los 7 y los 70 años. Quizá la fórmula del triunfo de la película del sevillano gracioso y la vasca arísca esté en el llamado "target"; su admirable habilidad para ganarse la confianza del youtubero que ve monólogos de Dani Rovira, de la telespectadora que lo encuentra majete en "B&B", del señor que adora los chascarrillo y los chistes de leperos, de la amante de las películas románticas, del seguidor de "Aída" que echa de menos a Carmen Machi, de aquellos a los que les gustó "El mundo es nuestro", de los que confían en Cobeaga y San José tras "Vaya semanita" o simplemente del curioso al que cualquiera de los anteriores le ha confirmado que "Ocho apellidos vascos" es la película simpática y resultona de la que todos hablan. 
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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

2 comentarios

  1. ¿Boca-oreja?

    Quizás quiso decir: Boca a boca

  2. Realmente son las dos válidas. En Cataluña, por ejemplo, se dice bocaorella.

    No obstante, llevas razón en que se entiende mejor como "boca a boca".

    Saludos.