30 de septiembre de 2014

Toda la vida alucinando con el valor añadido de las atmósferas pegajosas y perturbadoras de aquellos thrillers ambientados en Louisiana y el Mississipi y resulta que aquí teníamos las marísmas andaluzas inéditas, tan o más capaces de sembrar el desasosiego en el espectador sólo con su geografía húmeda, sofocante y salvaje. 

Nadie hasta la fecha había reparado en este paraje español claramente profundo como entorno catalizador del mal rollo inherente a una historia noir de crímenes y perversión. Nadie hasta Alberto Rodriguez, sevillano de cuna, que ya con su título anterior, “Grupo 7”, practicó el thriller policiaco conforme a un contexto histórico y político agitado y a un enclave (la Sevilla delictiva prevía a la Expo-92) que proporcionaba multiples posibilidades argumentales y visuales. Una urbe en plena construcción, necesitada de un lavado de cara y una desinfección del narcotráfico existente. Los tejados sevillanos como pasarela para persecuciones a lo Paul Greengrassen en plano secuencia y el inevitable fantasma de la dictadura presente en los métodos policiales, en la relación entre las diferentes generaciones de los agentes protagonistas, en las sombras de un sistema todavía contaminado. 

Aquella película, nominada a 16 Goyas, apuntó las excelentes maneras de Rodríguez para el género, y su gran capacidad para manejar diferentes elementos narrativos y técnicos (prólogo documental, cámara en mano, etc) que enriqueciesen el relato negro escrito por Rafael Cobos. 

El propio Cobos y Rodríguez han sabido conservar los numerosos aciertos de la citada “Grupo 7” para contar ahora una investigación criminal en “La isla mínima” película impregnada y dominada por un poderosa atmósfera, presente desde bien comenzada la cinta con unos alucinantes planos cenitales de las marismas andaluzas.
Comprendemos pronto que Alberto Rodríguez pretende trasladarnos a aguas pantanosas. Las propias del río Guadalquivir y, también, las relacionadas con la opresiva y viciada comunidad profunda andaluza de 1980, dominada por capataces, señoritos, falsas ilusiones adolescentes de futuro, cortijos, machismo y analfabetismo.
Ambos, marcos propicios para hacer de un doble asesinato algo todavía más repugnante e incomodo para el espectador de lo que ya se supone, y de su investigación pertinente, una labor aún más peligrosa para quien la lleva a cabo.

Y quien la lleva a cabo son dos afectados policías madrileños (el policía fuera de su habitat, otro elemento común del género), sobre los que existe una fuerte brecha generacional que los distancia en ideales y procedimientos. Impresionantes y con gran química en pantalla, por cierto, Rául Arévalo y Javier Gutierrez (ganador de la Concha de Plata en San Sebastián) obligados a convivir, fríos entre sí y con un pasado por revelar que enriquece el contexto sociopolítico de aquel año 1980 en la que la Transición todavía peleaba con la losa franquista.

Sobre los hombros de la dupla formada por Arévalo y Gutierrez recae todo el peso de la cinta. Sus pasos en falso, interrogatorios y pesquisas los van enfrentando a los estratos de esa sociedad encallada y malsana. A personajes cargados de secretos y/o interrogantes. A lugares recónditos de la Andalucía más rural y adulterada. Y con ellos un relato policial apasionante y sugerente, lleno de matices, capaz de establecerse como una buena crónica negra de la época y con excelente pulso narrativo en la dirección de Rodríguez, el cual se permite ofrecer un par de persecuciones dignas del mejor autor del género.

Como un parto de gemelos, la casualidad ha querido que "La isla mínima" haya aparecido cuando todavía resuenan los ecos del estreno de la primera temporada de la serie televisiva "True Detective", algo que provocará que la cinta española pueda ser juzgada (injustamente) desde la comparación con la serie de Nic Pizzolatto (con la cual es innegable que comparte abundantes similitudes) y no por sus méritos individuales. Y es que, el propio cine y literatura va forjando la identidad propia de otros proyectos y los referentes suelen coincidir para un fin semejante

El thriller ya no es el mismo género desde que surgieron las monumentales "Seven" y "Zodiac" de David Fincher. "Arde Mississippi" de Alan Parker ha calado cuando de atmósferas asfixiantes y sureñas se trata. En "Conspiración de Silencio", John Sturges  dejaba a Spencer Tracy abandonado en mitad de un pueblo lleno con rencores o "Memories of Murder" de Bong Joon-ho elaboraba una investigación en pleno y enrarecido cambio social. Dos títulos, estos últimos, sobre los que Alberto Rodríguez ha confesado su influencia en "La isla mínima".
Al tiempo, "True Detective" se nutre de algunas de las citadas obras o de, por qué no, otras series más recientes como "Hannibal" o "Top of the lake" y/o relatos criminales de la America más profunda como "Ed Gein".
Detalles, elementos, situaciones de todas ellas que están presentes en "La isla mínima" y también "True Detective". Lo cual demuestra, que hay sobrado talento a ambos lados del Atlántico.

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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

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