Igual que existen películas que no corren con la suerte que merecerían por las condiciones o momento de estreno en pantalla, hay películas que aparecen en el momento justo y apropiado. Puede ser fruto de la casualidad, que haya algo de oportunismo en ello o puede que simplemente estuviese escrito. Resulta que “Slumdog Millionaire” tiene esa fortuna que incrementa su repercusión y hace de ella una película ampliamente popular. Aunque para eso, no solo el azar importa, también es necesario albergar virtudes y la película de Danny Boyle (“Trainspotting”, “28 días después”) cuenta con bastantes.
“Slumdog Millionaire” aprovecha la senda abierta por películas como “Ciudad de Dios” capaces de describir un universo de exotismo y pobreza a partes iguales desde una mirada de optimismo, obteniendo además buena acogida en la gran industria. Al mismo tiempo esta cinta sobre la mendicidad en Mumbai llega en un instante en que Hollywood ansía estrechar sus lazos con Bollywood, sabedora de la creciente importancia del cine hindú y de la necesidad de globalizarse.
Los recuerdos de su protagonista, Jamal Malik (Dev Patel) son los que guían la narración de la película y tienen una doble utilidad argumental; son la clave para demostrar la inocencia en su impecable participación en el concurso televisivo “50x15, ¿Quién quiere ser millonario?” y sirven para hacer revisión de la efectiva vida de miseria de Jamal y su hermano Salim.
Lejos de retratar con aflicción una vida de penuria en las zonas más pobres de Mumbai, Boyle se acerca a este mundo suburbial con una alegría admirable y se aprovecha de ese contraste para hacer de “Slumdog Millionaire” una cinta adictiva, vistosa y positiva donde la música y el montaje juegan un papel primordial en el resultado final y donde la dirección del británico, siempre acelerada y más propia de un videoclip, se ajusta en esta ocasión como un guante a la propuesta.
No es que “Slumdog Millionaire” nos ofrezca nada nuevo; su historia de amor infantil prolongada en el tiempo y llena de impedimentos, su concepto de la superación personal y el triunfo del destino son temas esenciales y básicos del cine y la literatura que solo parecen inagotables y fructíferos cuando son tocados con las teclas exactas.
“Slumdog Millionaire” parte, por tanto, de una base argumental casi prehistórica a la que saca un provecho máximo en beneficio del entretenimiento y el carrusel de emociones, colores y contrastes en una hábil mezcla de flashbacks y tiempo real (aquel en que se desarrolla el emocionante concurso).
Con un reparto de actores desconocidos y/o no profesionales y habiendo estado cerca de salir directamente al mercado del DVD, “Slumdog Millionaire” se ha hecho con 8 Oscar de la Academia (algo excesivo para los que juzgan a la película por su ligereza), lo cual es un logro tan asombroso como ese cuento con moraleja final que plantea la propia película.
Solo algunos subrayados de su tramo final y la redundancia y exceso de melaza de sus últimos minutos (Danny Boyle siempre tiende a estropear todo en sus finales) pueden colocarse en el haber de la película, aunque estos no son suficientes para empañar el rendimiento general de una obra llena de vitalidad y dinamismo que por meritos propios se ha convertido en la gran revelación del año.
26 de febrero de 2009
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