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25 de diciembre de 2010
SINDIÓS PAYASIL


Pocas veces se encontró el cine español con una película tan arrolladora y descompensada como “Balada triste de trompeta”, cargada de excelentes ideas magníficamente ejecutadas pero caótica y deshilvanada como pocas.

Con un comienzo brillante que incluye unos títulos de crédito escalofriantes que condensan en tan solo un par de minutos la historia de la España del siglo XX y que cobran todavía más fuerza con el tema musical de Roque Baños que lo acompaña, “Balada triste de trompeta” se inicia como mandan los cánones: guardando una estructura lógica, contando con un hilo argumental coherente y lineal; el de dos payasos, uno triste, el otro feliz, que esconden dos personalidades homicidas y trastornadas. La presencia de Natalia (una insuficiente Carolina Bang), la trapecista del Circo en que trabajan, provocará un enfrentamiento delirante y extremo entre los dos payasos (¿Alguien dijo “Muertos de Risa”?).


Mientras dura la historia de amor, muy “sui generis”, por supuesto, De la Iglesia se las arregla para introducirnos, sin que pestañeemos, en su universo, acoplando acontecimientos relevantes de la historia de España como telón de fondo (¿alguien dijo “Malditos Bastardos”?), haciéndonos cómplices de sus golpes de humor negro, de su gusto por la violencia y el exceso visual. La película funciona y atrae.

Sin embargo, “Balada triste de trompeta” es una cinta que te da y te quita. Desde la primera desfiguración payasil, la propia película se desfigura, alternando secuencias que vistas de manera independiente son poderosas pero que en conjunto adolecen de homogeneidad. Da la sensación de que el director vasco solo tiene buenos conceptos a filmar y pocos recursos para ordenarlos en un guión irregular que busca a través de la casualidad la integración de una secuencia con otra. La película, sin abandonar su fuerza plástica, se vuelve caótica en su segunda mitad hasta el punto de desubicar al espectador, que asistirá atónito al carrusel de violencia extrema, payasos deformes, guardias civiles, caudillos que cazan, atentados a presidentes del gobierno y canciones de Raphael que mostrados sin orden ni concierto alguno provocan la confusión y la anarquía en la sala para finalizar en un climax en la cruz de los caídos (¿Alguien dijo Hitchcock?) que roza el colmo de lo grotesco y lo inconexo.

Se podría afirmar que el payaso de la función no es tanto Carlos Areces ni Antonio de la Torre (tremendos ambos en sus entregadas interpretaciones) sino el propio Alex de la Iglesia capaz de ofrecer las dos caras de un clown; pintado y engalanado en su faceta de artista -el mejor en su especie-, y embrollado, excedido, perturbado en su desnudez, para, de nuevo, ofrecer un film tan vertiginoso, llamativo e inusual como desigual, lo que aumenta su nómina, cada vez más gruesa, de títulos fallidos. Títulos que no obstante contienen momentos únicos dentro de la cinematografía española, algo que es tan meritorio como insatisfactorio.

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21 de diciembre de 2010
LOS DERECHOS DEL NUEVO MUNDO



Ambicioso y muy interesante es “También la lluvia”, el sexto trabajo de Iciar Bollaín (“Te doy mis ojos”, “Flores de otro mundo”) tras las cámaras, la cual junto a Paul Laverty, guionista habitual de Ken Loach y pareja sentimental de la directora, ha viajado a Bolivia para ofrecer una completísima película que fluye perfectamente entre los diferentes niveles que propone.
También la lluvia” supone algo de novedad en el enclaustrado cine social español, un subgénero en sí mismo en el que Bollaín se ha movido durante toda su carrera. Es cierto que volvemos a la denuncia, a la descripción y habitual crítica de la carencia de libertades de países de menor desarrollo, pero esta vez Bollaín utiliza el metalenguaje fílmico para alcanzar ese fin, acercándose al objetivo a través de una de esas historias de "cine dentro del cine”: las vicisitudes de un equipo de rodaje en la Bolivia pre-Evo Morales para poder finalizar su película una vez que estalla la llamada “guerra del agua” que enfrenta al pueblo y al Gobierno del país indígena.

El verdadero logro de Bollaín y Laverty radica en el perfecto acoplamiento de las piezas que participan en los tres frentes que ambos manejan; el complicado rodaje en Bolivia y el levantamiento popular, así como el retrato de la América recién descubierta por Cristóbal Colón, argumento principal de la película que dentro de “También la lluvia” se lleva a cabo y que contrastada con la citada “guerra del agua” sirve para poner en evidencia las escasas diferencias de libertades y derechos en una misma población con un margen de 500 años. Del mismo modo, “También la lluvia” funciona en un tercer ámbito, como relato de los problemas de rodaje de una producción de no demasiado presupuesto en localizaciones que presentan conflictos.

Personajes como el de Daniel, el rebelde boliviano de marcado físico y Antón (un maduro Karra Elejalde que pide a gritos el Goya por este papel), el indómito actor que encarna a Cristóbal Colón en la ficticia película, son tesoros guardados por el guión de “También la lluvia”. Sus personajes reflejan el pasado, el presente y el futuro de Bolivia planteando continuos dilemas morales a sus compañeros de batallas y por ende al espectador, ubicado de una manera rápida, atractiva y bastante cinematográfica (estamos ante una película notable en lo visual y excelentemente rodada por Bollaín) en el contexto y el problema de la población boliviana. Bollaín utiliza con gran provecho las armas narrativas del cine para concienciar y hacer pensar al público y además hace de “También la lluvia” un entretenidísimo film con mayor nervio que los de su especie.

Su buen reparto- Luis Tosar, Gael García Bernal, Raúl Arévalo- se encarga de todo lo demás hasta completar el competente resultado final de una película que será la encargada de representarnos en la próxima edición de los Oscar y que aporta frescura en su forma -que no en su fondo- a la recurrencia del cine social español.
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16 de diciembre de 2010
QUE VEN MIS OJOS!!


Que conste que “El habitante incierto” nos pareció un prometedor debut para Guillem Morales pero “Los ojos de Julia”…ay, “Los ojos de Julia”!!!

Os dejamos siete apuntes sobre una película más disparatada que terrorífica:



1. El descaro: Descaro en copiar la fórmula de “El Orfanato”, con el mismo envoltorio, actriz y situaciones. El cine español ha encontrado el filón en el terror “psicológico” y no parece querer soltarlo.

2. El homenaje: Llámalo homenaje, llámalo como tú quieras; “El fotógrafo del pánico”, “Sola en la oscuridad” y el propio “El habitante incierto” están demasiado presentes en “Los ojos de Julia”. Y aquí no acaba la lista; “La ventana indiscreta”, “Psicosis”, etc, etc…¿Falta de personalidad?

3. El despropósito: Si la protagonista es ciega y está amenazada, no hay necesidad de dejarla sola en cada oportunidad que se tenga. Claro, que así se crean situaciones de suspense que de otra manera el guión no podría ni sabría encontrar.

4. El nombre: Guillermo del Toro. El mexicano se ha convertido en una marca. "El laberinto del fauno" le ha permitido que con sólo unir su nombre a la producción de un film de género este provoque interés entre el público.

5. La anciana: En “El Orfanato” era Montserrat Carulla, aquí es Julia Gutierrez Caba. La anciana solitaria y con secretos (aquí también tiene gatos) debe aparecer por decreto, aunque solo sirva para hacerse la ciega, veté tu, de nuevo, a saber porqué.

6. El cansino: Lluis Homar. De 10 películas españolas, él está en 9. La próxima, “No tengas miedo” de Montxo Armendáriz, junto a….tachan!!!! Belén Rueda.

7. El descubrimiento: Pablo Derqui es lo único destacable de una película. Semejante al descubrimiento de Javier Godino de “El Secreto de sus ojos” del pasado año. El cine español está lleno de intensos villanos que no conociamos.

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13 de diciembre de 2010
BREAKING BAD: PURA ADICCIÓN


Desconocida entre el gran público, sin repercusión en su emisión en España, ni siquiera editada en dvd en nuestro país y sin embargo una de las mejores series que se pueden encontrar en la televisión actual con poco o nada que envidiar a cualquiera de las llamadas grandes series de la pequeña pantalla (véase “Los Soprano”, “The Wire”, “Lost”, etc).


Breaking Bad” es la serie impecable, brillante, adictiva del momento. Una droga tan dura como la metanfetamina que como tabla de salvación elabora Walter White un profesor de química desencantado, con dificultades económicas, con cáncer terminal, un hijo con parálisis y una mujer en avanzado estado de embarazo. Viendo el drama de su protagonista no parece ésta la serie más positiva y motivadora a la que enfrentarse aunque precisamente de esas comprometidas circunstancias, de las decisiones a tomar en tales situaciones extremas, de los dilemas morales a los que se enfrentan sus personajes, Vince Gilligan (“Expediente X”) y su equipo de guionistas crean, la más rocosa, áspera y a la par fascinante de las historias de la tv reciente, donde la intachable calidad de unos guiones llenos de sensatez y sin apenas concesiones gratuitas (controlador aéreo aparte) junto a las soberbias interpretaciones de su reparto – Bryan Cranston acumula Emmys y Aaron Paul empieza a hacerlo- y un puñado de episodios con enigmáticos prólogos e impecable realización (véase “The Fly”, dirigido por Ryan Johnson, el de “Brick” o “Los Hermanos Bloom”) ayudan a redondear el resultado final de un producto casi perfecto.


Pero no es drama todo lo que reluce, “Breaking Bad” utiliza el sufrimiento como desencadenante de los hechos pero prefiere la tensión contenida y la delgada línea entre lo punible, lo ético, lo inevitable en las coyunturas provocadas por Walter White y Jesse Pinkman, su problemático pupilo, en esa nueva y desconocida tarea de producción y distribución del llamado “cristal”. Esta intromisión en el mundo del narcotráfico genera momentos únicos (la estancia con el peligroso Tuco, los gemelos chicanos, etc…) e iconos instantáneos (una autocaravana, “Los Pollos Hermanos”, el cristal de color azul) más si tenemos en cuenta que Hank, el cuñado de Walter, es agente antidroga y el principal encargado de desenmascarar a un tal Heisenberg (otro icono).


Compuesta hasta el momento por tres intensas temporadas donde el desarrollo de los personajes sigue un curso más que lógico, “Breaking Bad” habla en primer lugar de la mentira y las válvulas de escape, para continuar con una espiral obsesiva donde todo parece estar permitido y derivando en un modelo organizado de producción que encamina la serie hacía un relato casi mafioso que lo entronca con otra grande como pudiera ser “Los Soprano”.Y todo con un envoltorio ocre, en ocasiones insano, lleno de ambigüedades donde todos sus personajes deambulan entre lo apropiado y lo indecente y donde incluso hay tiempo para la comedia más negra. Lo dicho; una joya imprescindible que convendría reivindicar y que demuestra una vez más que el verdadero talento, la libertad creativa y la inspiración ha abandonado el cine para pasarse a la más pequeña de las pantallas.

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9 de diciembre de 2010
EL DRAMA POR EL DRAMA


Hay pesimistas cuya negatividad está fundamentada y otros que lo son por sistema. Alejandro González Iñarritu ha hablado en la totalidad de su filmografía desde que debutase con aquella excelente película llamada “Amores Perros” del dolor, la pena y la amargura, siempre justificados a través de casualidad y el destino. Sin embargo, con su último trabajo, “Biutiful”, Iñarritu se ha transformado en un pesimista caprichoso acercándose a sus temas favoritos y recurrentes sin argumentos suficientes para dotarlos de credibilidad.


Rodada en el lado más gris de Barcelona, con gran parte de su reparto español (Eduard Fernández, Ruben Ochandiano) y la inmigración y la subsistencia como “supuestos” leiv motivs de su narración, “Biutiful” más que una película dramática es un drama de película cuya principal intención es el seguimiento a un personaje- el de Uxbal, encarnado por un esforzado Javier Bardem- anclado en una vida miserable donde el sufrimiento es la constante y donde no existe ni un atisbo de esperanza para todo lo que le rodea.


Iñarritu no da concesiones de ningún tipo. Sólo aboga por la fealdad y la suciedad, fijando su cámara en la figura de Uxbal, al que acompaña sin quitar ojo durante todo el metraje, acercándose continuamente hasta el primer plano de su rostro del mismo modo que acerca su objetivo a los planos callejeros de una austera Ciudad Condal, probablemente la manera más vistosa con la que el director mexicano puede hacer demostrar al espectador su implicación y conocimiento del universo urbano y desamparado que retrata, aunque lo cierto es que Iñarritu, por muy cerca que fije su cámara está bien lejos de la realidad social siendo incapaz de dotar de verosimilitud a la historia, incapaz de llegar a ningún puerto con la trama y subtramas propuestas, cuya resolución (esas estufas, esa persecución policíaca en plenas Ramblas, más propia de un thriller) está a años luz de ser admisible.

Aquel “alma” del que Iñarritu hablaba en “21 gramos”, otro de sus dramas más angustiosos, brilla aquí por su ausencia, demostrando que la presencia de Guillermo Arriaga en el guión era parte importante en el consistente resultado final de sus tres primeros trabajos con los que el mexicano se metió al público en el bolsillo.



Suavizar su cine y dar un poco de esperanza a sus historias no le vendría nada mal al director de “Babel” si no quiere hastiar al espectador con su negativa y cada vez más vacua perspectiva de la existencia humana. Porque la vida tiene asperezas, sí, pero también hay luz más allá de tanta pena.
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19 de noviembre de 2010
REMAKES QUE NO SIRVEN DE MUCHO


Por mucho que damos oportunidad a los remakes, no averiguamos la manera de encontrarles sentido. Al menos para un espectador europeo la versión Hollywoodiense de la joya fantástica sueca, “Déjame entrar”, carece de razones para haberse convertido en una realidad.

No es que la nueva “Déjame entrar” engrose la lista de los peores remakes realizados, pero si es uno de los mas inútiles de los últimos estrenados debido a su escaso margen de tiempo con el film que revisa, lo que permite que cualquier acierto o virtud de la nueva versión (que los tiene) o simplemente el meritorio esfuerzo narrativo realizado por su director, Matt Revees (“Cloverfield”) no sea justamente tomado en cuenta por el espectador por ese recuerdo todavía muy reciente de la cinta original.

La visión americana de esta a cinta vampírica es respetuosa y mucho más que digna, manteniendo intacto el tono pausado, la gélida puesta en escena y las contraídas interpretaciones del original pero introduciendo algún cambio en la subtrama de investigación (bien) y añadiendo mayor truculencia y subrayados en puntuales ciertos pasajes de la cinta (no tan bien). Revees demuestra gran oficio a la hora de rodar como si de un director nórdico se tratase y ofrece un par de momentos en el que saca a relucir su procedencia fílmica -la composición del accidente de coche es todo un acierto- pero él o su guion no consiguen ser valientes cuando la situación lo requería (mostrar el sexo de la “joven” vampira protagonista) y evidencian mayor falta de arrojo cuando deciden evitar que el espectador reflexione sobre el origen del acompañante de la chica protagonista (uno de los grandes secretos del relato sueco), encarnado con sobriedad, por cierto, por Richard Jenkins.

Probablemente sea su casting una de las mejores noticias que pueda dejar este remake, con dos jóvenes promesas de Hollywood (Chloe Moretz y Kodi Smith Mcphee) solventando a la perfección dos papeles tortuosos y comedidos y con Jenkins y Elias Koteas manteniendo el nivel en el plano secundario.

“Déjame entrar” versión Hollywood es mejor película que lo que el aun fresco recuerdo de su predecesora le deja ser y al mismo tiempo es víctima de la incapacidad del cine americano en educar a su espectador en aquel cine que no sea el gestado dentro de sus propias fronteras. Mientras Hollywood siga tirando de escasez de ideas, falta de perspectiva y exceso de soberbia no dejaremos de asistir a remakes que jamás mejoraran lo ya contado.
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7 de noviembre de 2010
BOSTON; CIUDAD DELICTIVA


Son dos ángulos contrapuestos los que definir a la perfección a “The Town”, la segunda película como director de Ben Affleck, el cual sorprendió a propios y extraños hace un par de temporadas con aquel sólido y sincero drama llamado “Adiós pequeña adiós”. Por un lado los múltiples planos panorámicos (el obelisco, los ríos Charles y Mystic) de la ciudad de Boston, urbe sobre la que Affleck está construyendo su identidad como realizador teniendo como principales referencias a Denis Lehane y Clint Eastwood. En “Adiós pequeña adiós” basada en una obra del primero, ya otorgaba un protagonismo principal al lado irremediablemente marginal y delictivo de Massachussets, mientras que de “Mystic River” (relato de Lehane, película de Eastwood”), Affleck aprendía del maestro Clint la capacidad para envolver a la narración del halo de desesperanza y condena al que la ciudad abocaba a los personajes, algo que en un modo mas enérgico y violento retrataba años después otro buen cronista de grandes ciudades como Martin Scorsese en su oscarizada cinta, “Infiltrados”.

Por otro lado y acercando más la cámara, Affleck abusa del uso del primer plano con respecto a su obra anterior en “The Town”, probablemente creyendo en sus aptitudes para transmitir como actor protagonista de la película (el Affleck actor no aparecía en “Adiós pequeña adiós”) todo lo que es capaz de reflejar como realizador. Y he aquí el desliz que hace que “The Town” se sitúe un par de escalones por debajo de “Gone Baby Gone”, puesto que esta nueva historia de seres humanos marcados desde la infancia por su entorno se entiende mucho mejor desde la distancia que desde la cercanía de un personaje dispuesto a reformarse, algo no tan sorprendente y sí mucho mas gastado en el cine reciente y no tan reciente (véase la excelente, “La última noche” de Spike Lee).


Sin embargo lo verdaderamente erróneo sería despreciar este trabajo solamente por la presencia interpretativa de Affleck; "The Town" alberga más virtudes que las que comparte con la cinta debut del actor; un par de frenéticas persecuciones automovilísticas muy bien rodadas, más pulso en la acción (las secuencias de los atracos) que en el drama y un casting bien elegido que combina la poderosa presencia de Jeremy Renner o Pete Postlewhaite y el curioso cambio de registro del publicista más famoso de la televisión (John Hamm), - más llamativo todavía al verlo acompañado otro icono reciente como Titus Welliver (o Antijacob para los más televisivos del lugar)- aunque también cierta descompensación en otros secundarios como Blake Lively o Rebecca Hall, que no solo encarnan el lado femenino de la historia sino que también son el enlace argumental y definitorio entre la mezcla de géneros que propone el guión de “The Town”, algo que Eastwood manejaba con suma inteligencia en “Mystic River” donde Marcia Gay Harden y Laura Linney resultaban fundamentales desde un plano secundario.


Affleck ha aportado con “The Town” su granito de arena al subgénero de atracos logrando cumplir con las expectativas del siempre complicado “segundo trabajo” y confirmándose como un buen director y cronista de gran ciudad, sabedor que desde ellas emergen seres humanos cuyas marcas y matices enriquecen y elevan la categoría de las historias narradas.

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28 de diciembre de 2009
AVATAR; AZUL DESTEÑIDO

Uno siempre sabrá que azules son los pitufos, como azules son los billetes de 20 euros, el agua de las piscinas, la portada de “A Hard day´s night” o las señales de sentido obligatorio. Que azul es una peli de Kieslowski, el uniforme del Chelsea y el mono de trabajo, las botellas de Solan de Cabras y el Doctor Manhattan.
Azules también son los Na´vi de James Cameron con los que el director canadiense ha querido revolucionar el cine. Claro, que de aquí a un tiempo dudo si recordaré si los Na´vi eran azules o verdes turquesa porque a mi, "ni fú ni fá".

En todos estos años de inactividad (o no), que van desde que el Titanic se estrelló (12 nada menos) James Cameron ha observado atentamente como evolucionaba el aspecto técnico del cine. El otro aspecto, el que no se ve, el que se siente, involucionaba, pero ante eso Cameron no ha tenido nada que decir o aportar.
Desde luego no cabía esperar que el retorno del “rey del mundo” fuese a ser intimista o modesto ya que la carrera de Cameron siempre ha sido un “in crescendo” de excesos. Pulcros y bien definidos. Coherentes y divertidos. Siempre primando el plano técnico pero jugando con las posibilidades de la ciencia-ficción, la acción o el drama de constantes trágicas y logrando referentes en cada uno de los géneros a los que accedía.

Esta vez, James Cameron ha querido ir más allá de todo eso. Alcanzar una perfección lejos de los Gollums, King Kongs, Beowulfes y demás creaciones con las que el cine ha ido aumentando sus posibilidades narrativas y visuales en los últimos tiempos, diseñando una película para el principal lucimiento de los exóticos lugares y personajes que la protagonizan, o quizá sería mejor decir; de las avanzadas técnicas que los hacen posibles. Porque si algo es “Avatar” es una demostración de poderío visual y técnico. De superioridad y petulancia. Donde el cine es tan solo un escaparate para mostrar la última de las tecnologías.

De ahí que la historia de Pandora, a medio camino entre la acción, el cine bélico y el drama romántico, con mensaje ecológico implícito y el enésimo desenlace final con robot gigante incluido (desde “Iron Man” hasta “Transformers” pasando por “Distrito 9” resuelven de semejante manera su climax final), parezca ser lo de menos en medio de todo el artificio. En sus 164 largos minutos, el argumento de “Avatar” se muestra tan simple, manido y predecible como el menos trabajado de los blockbusters. El interés es claramente otro y James Cameron descuida reforzar la personalidad de sus protagonistas (no hay más que ver como se difumina el fuerte carácter del personaje de Sigourney Weaver, el poco peso en la historia de los escuderos de los Na´Vi o la escasa empatía que emite el heroe protagonista), se olvida de potenciar la historia de amor entre Jake Sully y Neytiri, que al menos hubiese conmovido al espectador más sensible, y descarta jugar con las posibilidades de un género como la ciencia-ficción que tan bien conoce.

Con ello, la película carece de otra fuerza que no sea la visual y sus azulados seres son tan estereotipados y faltos de carisma que no consiguen captar el interés del espectador. Resultado; “Avatar” es una obra sin la emoción y vigor que se le presumía y que impresionará más por sus logradas 3 dimensiones y sus 400 millones de dólares gastados que por sus virtudes cinematográficas. Y eso viniendo de James Cameron, que siempre ha sido un realizador con gran pulso narrativo y buenas dotes para conjugar la espectacularidad artística con la tensión y atracción de sus historias, supone una sonora decepción.

"Avatar" con su avanzada tecnología, sus exóticos universos, sus naves de último diseño deleteirá la vista pero no otros sentidos. Y el cine, como arte capaz de conjugar sensaciones es mucho más que eso.
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1 de diciembre de 2009
DICKENS INFOGRÁFICO


Robert Zemeckis entiende el cine como un juguete. Pero un juguete de esos que van indicados para niños de entre 12 y 18 meses que además de suponer un entretenimiento conllevan un esfuerzo para el desarrollo de la lógica infantil. Desde “The Polar Express” (aunque siendo francos, prácticamente desde “¿Quién engaño a Roger Rabbit?), Zemeckis le da vueltas al juguetito con el que, efectivamente, se lo pasa bien y además va aprendiendo y avanzando en su técnica.

La capture motion, que permite filmar a los actores reales para luego pasarlos por un colador informático, es casi exclusivamente el campo al que Zemeckis dedica todo su esfuerzo. Y da la sensación de que el cine y las películas son sólo el banco de pruebas con el que experimentar. “The Polar Express” estaba a años luz del perfeccionamiento técnico (solo destacaba el score de Alan Silvestri), una evolución notable suponía “Beowulf” (más entretenida y épica) y ahora con “Cuento de Navidad”, Zemeckis hace lo más difícil, que el siempre emotivo cuento navideño de Charles Dickens que tantas veces en la gran pantalla nos ha enternecido quede relegado a un segundo plano en pro de los alardes visuales.

Es cierto que el director logra un paso más en el realismo de los personajes y el entorno, siendo capaz de recrear a Jim Carrey (Mr. Scrooge) en diferentes momentos de su vida de una manera convincente, o de mutar a Gary Oldman en varios personajes. Si bien todo el empeño en lucir el juguete, en presumir de sus infográficos fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras afecta a la bonita historia de redención navideña del relato de Dicken, desaprovechando sus virtudes y prestando escasa atención a personajes secundarios como Colin Firth o Robin Wright Penn.

Cuento de Navidad” es todo lo que no tenía que ser, una narración sin alma, insípida y aburrida donde el espíritu de la Navidad brilla por su ausencia. Ni siquiera su estreno es atinado, el 13 de Noviembre, mucho antes de que El Corte Inglés y los anuncios de turrones hayan oficializado el comienzo de las Navidades. Para cuando ésta, en realidad llegue, a los hogares de todo el mundo, “Cuento de Navidad” estará prácticamente en el olvido colectivo.

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15 de noviembre de 2009
MOTÍN EN ZAMORA

No ha sido frecuente que el cine español se meta entre rejas y aporte su granito de arena al subgénero carcelario. Al menos en lo que concierne a la vertiente más vibrante de este, puesto que dentro del drama social, el género nacional por excelencia, sí que se pueden enumerar ejemplos recientes de cine encarcelado tales como “Horas de luz” o “El patio de mi cárcel”.
Ahora Daniel Monzón, cocinero antes que fraile, ha encontrado su lugar en nuestra filmografía tras irregulares intentos (“El Corazón del Guerrero”, “La Caja Kovak”) con esta rara avis del cine español, un thriller de reos y barrotes lleno de intensidad y fuerza, donde sobresale la práctica totalidad de su reparto.

Malamadre y el resto de los reclusos de una cárcel de máxima seguridad en Zamora se amotinan justo el día en que Juan, un nuevo funcionario de prisiones comienza a trabajar en ella. Un inesperado accidente provoca que el novato quede atrapado entre los peligrosos presos, viéndose en la obligación de hacerse pasar por uno de ellos.

Partiendo de esta potente premisa argumental, Monzón ha elaborado una película donde todos y cada uno de sus personajes buscan salvar su propio pellejo por encima de quién se ponga por delante. Un universo de traiciones y lealtades, donde cada personaje es tan sucio como el anterior, ya sea preso, policía o empleado del Ministerio.

Aunque “Celda 211” apunte a muchos objetivos solo dispara a uno, centrando en él todo su interés y esfuerzo; los hechos que se suceden dentro de la prisión y en especial la relación entre Malamadre y el infiltrado accidental.
Hay negociaciones y trabajo en la trastienda, mujeres sufridoras en la calle, la infalible irrupción de los medios de comunicación en el embrollo y el factor político, subtramas que harían las delicias del seguidor del thriller norteamericano de los 70, pero sobre las que Monzón y Guerricaechevarria (el guionista habitual de Alex de la Iglesia, y también del director que nos ocupa) no deciden profundizar y sí utilizar como armas para unos giros argumentales enormemente valientes. “Celda 211” podría ser también una buena película sobre la relación ETA-Gobierno narrada desde un contexto totalmente diferente al que estamos acostumbrados, pero tampoco hay interés en convertirse en esto. Tan solo importa la historia de jerarquías, conspiraciones y complicidades de sus encerrados protagonistas,.

Malamadre es, por tanto, quién manda. En la cárcel y en la película de Monzón, principalmente gracias al temperamental trabajo de Luis Tosar que en cada mirada, cada gesto, cada palabra de su rota voz otorga a “Celda 211” una poderosa credibilidad y fuerza. No desmerecen en absoluto sus acompañantes, donde Luis Zahera (tú tambien creiste que era un yonki tartamudo real), o Carlos Bardem se meten de lleno en sus papeles. Lógico que entre tanta bestia parda, el debutante Alberto Ammann, con un extraño acento, salga perdiendo de su enfrentamiento.

Celda 211” es una obra áspera, decidida y visceral, de la que sólo sus flashbacks románticos entre Juan y su mujer (Marta Etura) permiten al espectador tomar un respiro entre tanta furia desatada. Monzón ha logrado la película carcelaria más pura de nuestro cine gracias a un guión muy sólido, nada efectista y lleno de bravura a la hora de tomar soluciones argumentales, amén de los personajes creados, entre los cuales Malamadre quedará con fuerza en el recuerdo colectivo. Una obra insólita en nuestro cine que conviene no dejar pasar.
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25 de octubre de 2009
HIPATIA DE ALEJANDRO

No se le puede negar la ambición, Amenabar siempre ha querido dar un paso más en cada movimiento que ha realizado y ese “ir más allá” no le había fallado. Consiguió pronto lo más difícil, que el público vaya al cine solo por tu nombre. Con el espectador y todos los records de taquilla en el bolsillo, la crítica era otra cuenta pendiente, desde “Tesis” ya hay alguno rendido a sus pies aunque con “Los Otros” y con “Mar Adentro” algún otro torció el morro.

En ese ascenso fulgurante del más listo de la clase, tan fulgurante que si se proponía lograr un Oscar, lo conseguía, Amenabar ha dado su primer gran traspiés. A “Agora” el director de “Abre los ojos” le pone la pasión del que se entusiasma por una disciplina y aún en el inicio de su formación cree saber tanto como para transmitirla. Similar a cuando el director se metió a músico y componía las bandas sonoras de sus propias películas, que pueden ser eficaces pero no lo completas que un músico profesional puede crear.

Agora” es filosofía, astronomía, religión, historia de amor e historia de épica. En los tres primeros temas Amenabar es solo un adolescente apasionado con ganas de difundir lo aprendido. En lo segundo está más versado, si bien la amalgama de materias no permite desarrollarlos con la profundidad necesaria como para llegar al espectador.

La historia de Hipatia de Alejandría en el Siglo IV narrada por el impetuoso Alejandro Amenabar acaba convertida en una metáfora de nuestros días donde la oda al feminismo y la defensa del intelecto femenino, la crítica a los fundamentalismos y el examen de la existencia del ser humano en un universo infinito aparecen y desaparecen a lo largo del metraje. Muchos palos que tocar. Amenabar se ve desbordado por toda la teoría estudiada y aprueba en lo que más sabe, la práctica cinematográfica, gracias, principalmente a los más de 50 millones de euros invertidos (haciendo de esta la superproducción más cara del cine español) lo que permiten recrear Alejandría con una factura técnica impecable y al director lucirse en la faceta más plástica de la película, que al fin y al cabo, de poco servirá si el resto no acompaña.

Así “Agora” es una obra tan pomposa como tibia, incapaz de fascinarnos por su universo, incapaz de remover el sentimiento del espectador en momentos diseñados para ello como la destrucción de la Biblioteca o por el triangulo amoroso imaginado. Quiza el casting tampoco ayude, por mucho que la oscarizada Rachel Weisz se esfuerce en lidiar con un personaje que no es precisamente un dechado de simpatía. La Hipatia imaginada por Alejandro jamás hubiese pasado a la historia.
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16 de octubre de 2009
CINE EN ESTADO PURO

Ésta es la maravillosa historia de Ricardo Morales. Una historia de justicia investigada desde la justicia. Esta es la concienzuda historia de Benjamín Expósito y una vida condicionada por un hecho que jamás presenció. Es la romántica historia de Irene Menéndez, elegante y decidida señora cuyo vacío fue tan grande como su amor. Es la leal historia de Sandoval, el desastroso amigo al que todo el mundo querría ayudar. Es la historia de una Argentina corrupta, convulsa, cercana al golpe militar que estaba por llegar. Existencias golpeadas por un único rostro, tan bello que provocaba obsesivas y reiteradas preguntas del porqué de su trágico final.

El escritor bonaerense Eduardo Sacheri imaginó estas vidas y urdió las intrigas y secretos que les acompañaban. De ahí podría haber salido una adaptación cinematográfica aseada. Un thriller sugerente. Como el de tantas y tantas novelas con sólidos suspenses que son carne de pantalla grande. Pero no ha sido el caso. En manos de Juan José Campanella la adaptación de “La pregunta de sus ojos” deja de ser una mera adaptación al cine para convertirse en una adaptación al séptimo arte y al más óptimo aprovechamiento de los múltiples recursos que este ofrece.

Nunca un crimen marcó tantas vidas como el de "El Secreto de sus ojos". La investigación, por azar, de rebote, del brutal asesinato de una joven por parte del secretario de un Juzgado (encarnado por Ricardo Darín) es al tiempo la narración de los silencios del pasado, de la venganza, traiciones políticas, amistad y amor. Flanqueado estupendamente por Soledad Villamil y Guillermo Francella (que gran personaje el de Sandoval!) que miran a Darín con gran complicidad a través de los montones de papel acumulados en sus mesas de funcionarios del estado, el actor argentino se marca una interpretación de lujo. A la altura del trabajo de su director con el colabora por cuarta vez ("El hijo de la novia", "El mismo amor, la misma lluvia"), y el cual ofrece una labor que bien merecería una nominación al Oscar a Mejor Director. Solo el plano secuencia del campo de fútbol en el partido Huracçan-Racing de Avellaneda, que el mismisimo Brian de Palma querría para si mismo, debería enseñarse en escuelas de cine.

El Secreto de sus ojos” es puro arte cinematográfico. Una película hecha con la pulcra corrección de una realización académica a la que se le une un enorme talento colectivo y un afán por crear un trabajo imperecedero y perdurable. Con claro matiz literario (no en vano el protagonista recuerda los hechos por medio de la escritura de una novela que los recrea), la cinta de Campanella caminará entre el suspense, la tragedia, el drama, el romance y la comedia con una naturalidad asombrosa, casi insultante logrando provocar diferentes y poderosas reacciones en el espectador.

Un guión sin fisuras lleno de emoción y ternura donde la riqueza de sus personajes y la intachable descripción de sus correspondientes pasados en un contexto agitado como es la Argentina del 75 (en gran parte debido a la asombrosa ambientación que nada tiene que envidiar a cintas como “Zodiac” o “Munich”) hacen de ella la cinta de corte clásico más redonda que podríamos disfrutar en el cine moderno.

"El Secreto de sus ojos" es una grandisima noticia para el séptimo arte. Hacía tiempo que no presenciabamos un film tan completo. No me hagan caso con cualquier otra película, haganmelo con esta. Vayan a su sala más cercana que en esta ocasión lo que van a presenciar puro cine.
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13 de octubre de 2009
SI LA COSA FUNCIONA...

Afirmaba el escritor y crítico de cine, David Gilmour, en su recomendable novela “Cineclub”; “Hoy día las películas de Woody Allen desprenden una sensación de apresuramiento, como si estuviera intentando acabarlas y quitárselas de encima para hacer otra cosa. Esa otra cosa, por desgracia, era otra película. Aún así, después de haber rodado más de treinta películas, tal vez tenga derecho a trabajar a la velocidad que le apetezca”.

Aún estando de acuerdo solo al 50% con esta definición ("Match Point" o "Scoop" no desprenden esa sensación); “Si la cosa funciona” es el tipo de película de Allen que más puede acercarse a ella. El tipo de película rutinaria y ligera que Allen rueda con el automático, que se sabe y que sabemos de memoria. Una película cuyo guión fue rescatado durante el periodo de huelga de guionistas estadounidenses del cajón que lo guardaba desde los años setenta, evitando así romper con la tradición de película por año.
Si la cosa funciona” puede considerarse un parche que soluciona un vacío o bien la comedia informal que el director neoyorkino ofrece a sus seguidores cada cierto tiempo. Todo depende del grado de cariño o de fatiga que tengamos hacía la pura comedia de Allen.

Porque en “Si la cosa funciona” el nivel de riesgo es mínimo y el conjunto de sus prestaciones extremadamente familiar; diálogos sobre vida y la muerte, sexo y mujeres, misoginia, neuras, hipocondría, comedia, Nueva York, monólogos a cámara y un largo etcétera de las constantes del cine de Allen. Humor judío en espacios interiores, que no aspira a ser “Annie Hall”, ni ambiciona el carácter renovador de “Match Point”, sino tan solo aportar otra pequeña muestra del universo de Allen para satisfacer al incondicional.

Conociendo al dedillo todo lo que “Si la cosa funciona” puede garantizar, el principal reclamo de la cinta radica en ver a Larry David, creador de la serie “Seinfield” y el alter ego más cercano a Woody que ha podido existir, poniéndose en el rol habitual de Allen, si cabe, todavía más pesimista y gruñón. Extendiendo hasta el paroxismo las palmas de sus manos, esas que se lava mientras tararea el cumpleaños feliz, Boris Yellnikoff (Larry David) entablará relación con una joven de pueblo encarnada por Evan Rachel Wood, haciendo de Pigmalión aunque el no quiera y arreglando las vidas insatisfechas de su alrededor como si de “Que bello es vivir!” se tratase, aunque pretenda justamente lo contrario.

Simpática, liviana y redundante, la película número 44 de Allen es de esas que le salen con la gorra al director de "Zelig" y viene a engrosar su lista de film menores que son mayores que los de otros, mientras (que no le falte tiempo) ya prepara su siguiente proyecto. Y es que si la cosa funciona, ¿por qué no volver a ella?.
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