15 de febrero de 2010

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Es de tipo listo marcarse un discurso como el que realizó Alex de la Iglesia en el papel de presidente de la Academia en su primera intervención en la gala de los Goya. A diferencia de sus predecesores en el cargo, De la Iglesia hizo autocrítica, bajó los humos del gremio (“Joder que gremio” pronunciaba más tarde Buenafuente) e hizo arenga para trabajar en beneficio del cine español, el cual fue señalado como responsable de su éxitos y por primera vez como culpable de sus fracasos.


Fue un discurso firme, convencido y entusiasta, adjetivos que se reflejaron durante toda la ceremonia en el rostro De la Iglesia, el mismo rostro de un director el día del estreno de su película. Su película era, en esta ocasión, los Premios Goya, la mayor (y más criticada) herramienta de promoción del cine español, y lo cierto es que el espectáculo funcionó con la precisión de sus mejores galardonadas; el evento contó con un buen prólogo, un completísimo desarrollo donde comedia, musical y emocionante drama iban de la mano y un giro argumental final incluido. Y todo ellos sin interrupciones publicitarias.

Bien liderada por Andreu Buenafuente, que dejó varias hirientes perlas en forma de chistes (“Señora Ministra, no bajo a saludarla, porque me da miedo bajar cosas delante suya”), la ceremonia fue amena y muy ágil. Hubo elegancia y star-system (estuvieron Pé y Bardem, Amenabar, Almodóvar, Paz Vega), se pulieron los fallos de realización habituales, la retransmisión televisiva ganó con la voz en off de Toni Garrido que maquilló los tiempos muertos en la recogida de galardones y los montajes elaborados fueron divertidos y oportunos. La propia gala se convirtió en la estrella de la noche, por delante de sus películas nominadas.

El reparto de premios se ajustó a lo esperado con el triunfo de la carcelaria “Celda 211” de Daniel Monzón y el aplauso y reconocimiento técnico a “Ágora” de Alejandro Amenabar. Solo los Goya a Marta Etura y Alberto Amman (pareja en “Celda 211”) supusieron algo de sorpresa, la primera por su escaso papel, el segundo por birlarle el premio a Pablo Pineda, ganador de la Concha a Mejor Actor en San Sebastián por “Yo También”. Ocho Goyas fueron a las vitrinas de “Celda 211” incluyendo los de Mejor Director para Monzón y Mejor Actor para Luis Tosar y siete “cabezones” fueron para “Ágora”. La tercera en discordia fue la argentina “El Secreto de sus ojos”, probablemente la más redonda de todas cuantas estaban nominadas, recompensada con dos Goyas.

Ante la ausencia de competición en la pugna por los premios, las dosis de emoción vinieron por otros flancos. El Goya de Honor a Antonio Mercero fue como una propia película de Mercero; una pizca de humor, mucho de humanidad, y un fuerte contraste con el dolor y la enfermedad. La presencia y las palabras de sus hijos, la visita de Alex de la Iglesia al hogar del director de “La Cabina” y su pequeño discurso causaron la misma sensación enfrentada de felicidad, ternura y desconsuelo que dejaban algunas de sus películas y series de televisión e hicieron llorar a todo el respetable, Gran Wyoming incluido.

Hasta ese momento la gala derrochaba satisfacción y armonía como pocas (su audiencia televisiva sobrepasó los 4,5 millones de espectadores), pero faltaba una guinda final que se encargaron de presentar con gran sentido del humor la Sardá y Andreu. Pedro, el orgulloso realizador manchego, el cineasta más universal de nuestro cine, aquel que rechazó a la Academia una y otra vez, se escondía durante varias horas en una habitación de hotel para hacer acto de presencia en el último premio de la noche firmando la paz con la Academia para asombro de todos los presentes. La insistencia de De la Iglesia fue la que llevó a Almodovar a olvidar viejas rencillas y aparecer en escena dotando de unidad y bienestar a nuestro cine. Precisamente la misma insistencia que ha conseguido confeccionar la mejor ceremonia de los Goya de toda su historia. La insistencia que es sinónimo de la ilusión y el esfuerzo de los que hablaba el presidente de la Academia en su monólogo. La insistencia que lleva al cine español por el buen camino.


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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

4 comentarios

  1. Alta Fidelity says:

    no puedo estar más de acuerdo con usted, Rog Gordon...

    fue una gala realmente entretenida con un discurso memorable del presidente

    una buena crítica a "la herramienta de promoción del cine español"

    un saludo septimocieleros! :)
    PD:esta noche con la oreja puesta ;)

  2. Y lo mejor de todo es que existe la confianza de que este acierto no quede aquí y la Academia española siga avanzando en ese camino. Por lo pronto, el año que viene la gala será más ambiciosa e internacional.

    Un saludo!
    Y gracias por esa alta fidelidad! ;)

  3. Pues si, fue una de las mejores galas, y de las más entretenidas, que recuerdo de los Goya. A Buenafuente se le veia nerviosillo al principio (y la verdad es que hacia el final, la Sardá demostró tener unas tablas y un carácter enorme).

    Lo de Almodóvar fue un sorpresón! Y entre otros gags de Buenafuente que me gustaron, también me hizo mucha gracia ese montaje del tráiler de 'Celda 211' al estilo 'Dos colegas muy fugados' xDDDDD


    Un saludo, Rob.

  4. Mary Poppins says:

    La gala fue una sorpresa tras otra... Me alegro de haberme animado finalmente a verla! Acabé con la sensación de haber invertido más que bien esas dos horas y media de mi tiempo! (cosa que no me pasaba con los Goya desde hace años)