Solo en las fantasías infantiles las aventuras en las que se embarcan los juguetes cobran realidad; son emocionantes, tienen escenario, emiten ruidos o sonidos y acostumbran a tener un final feliz. La vivaz e ingeniosa mente de un niño capaz de crear estos universos (los más imaginarios jamás surgidos durante la vida de una persona) es apasionante, pero a la vez, pasajera.
“Toy Story 3” llega a las pantallas no solo para cerrar la trilogía más famosa del cine animado sino también para hablar de la transitoriedad de las cosas, del paso del tiempo y de otros temas ya habituales en la casa Pixar como la lealtad o la amistad. Y lo hace ofreciéndonos la posibilidad de retrotraernos a aquellos años en que gastábamos las horas con Playmobils y Gi-Joes (o Barbies y Nancys si nos ponemos a hacer distinciones de género) gracias a una aventura trepidante que creeríamos surgida de la imaginación de un niño si no fuese porque su guionista no es otro que Michael Ardnt (Oscar por “Pequeña Miss Sunshine” y que se confirma como guionista con este apabullante guión).
En el tercer capítulo de las hazañas de Woody y Buzz Lightyear, los juguetes alcanzan el momento en que Andy, su dueño, se marcha a la Universidad, viéndose en la obligación de desprenderse de los muñecos de su niñez. Un giro inesperado acabará con el Señor Patata y cía. en una atractiva guardería llena de pequeñas criaturas deseosas de jugar donde nada es lo que parece.
Esta huida hacía delante de los míticos muñecos (mitad película de fugas carcelarias, mitad aventura “indianajonesiana”, final de nudo en garganta) supone el más dinámico tour de forcé de Pixar desde “Monstruos S.A.”, donde no existe un solo momento para el respiro y en el que sus personajes tienen una oportunidad de oro para despedirse de todos nosotros como mejor saben hacer, manteniendo intacto su sentido del humor y demostrando un enorme sentido de la diversión (¿al fin y al cabo para que sino están hechos los juguetes?).
Pixar consigue otra de sus profunda comuniones con el espectador gracias a este torrente de sensaciones provocadas por unos protagonistas en estado de gracia enfrentados a la tesitura de elegir y para los que la compañia animada no rehuye ninguna opción de futuro por muy cruel que sea; desván, basura, guardería (o lo que es lo mismo, olvido, destrucción, suplicio, incluso muerte) y a la mejor gama de secundarios (Lotso, Barbie y Ken, el escalofriante bebe tuerto o el mono chillón) que ha tenido una cinta de la casa de John Lasseter. Porque jugar con el drama y merodear la perfección es una señal ya habitual en una compañía que diseña con cariño cada proyecto que lleva a cabo no dejando nada a la suerte y planificando sus historias con gusto, sutileza y chispa. Todos y cada uno de los momentos de su último, vertiginoso, y adorable viaje de salvación,logran superar el insuperable listón marcado por las dos entregas anteriores de la que es su más reconocida franquicia. Y eso es otro trofeo a añadir a las vitrinas de esta compañía.
La parte final de "Toy Story 3"(a la que llegamos habiendo interiorizado al máximo la fugacidad y los unión) sube a los altares del séptimo arte, como ya lo hicieron los 5 minutos mágicos de "Up", el arranque de "Wall-E" o el epílogo de "Ratatouille" demostrando por enésima vez que Pixar juega en una liga muy diferente a la del cine actual, capaz de hurgar en la fibra de sensible, de desencadenar sensaciones. Un cierre a la altura de una saga y unos personajes que pasan a "mejor vida" y gracias al cual por fin averiguaremos la verdadera utilidad de las tres dimensiones...ocultar bajo sus oscuras gafas las lágrimas derramadas.
A que buena movie, tengo que admitir que me causa mucha nostalgia que muy probablemente no pueda tener una continuación, excelente pelicula super bien hecha!
saludos!
Indira