Nunca ha sido fácil equilibrar la
suma de egos, complacer a estrellas con afán de protagonismo que exigen una
especial atención. Pasa en las mejores familias cuando todos quieren tener la
última y mejor de las palabras y el cabeza de familia se ve en la situación de
poner orden. Pasa en equipos galácticos de fútbol donde el entrenador se
encuentra con la papeleta de estabilizar vestuarios de oro. Y pasa en el cine.
Reunir al Dream Team heroico de Marvel en una sola película sin que Tony Stark
se pasase de la raya, sin que el Capitán América hiciese gala de un liderazgo patriótico
desorbitado o sin que Thor destapase la caja de los truenos, era una misión
complicada. Quizá por eso, la “super-equidad” que desprende “Los Vengadores” ya
es suficiente para que esta película apruebe con nota.
Largo ha sido el camino hasta
convocar en un único título a todos estos superhéroes. Desde los años 60 en que
Marvel tuvo la idea de agruparlos hasta que el séptimo arte decidió empezar a
mostrar sus aventuras particulares ha pasado un dilatado tiempo. Probablemente,
cuando se estreno el primer “Hulk” (Ang Lee, 2003), “Los Vengadores”
cinematográficos eran una utopía y, con toda seguridad, cuando llegó a las
pantallas “Iron Man” (Jon Favreu, 2008) se vislumbró la manera de llevar a cabo
un proyecto de tal envergadura.
Joss Whedon (“Buffy”) es el
artífice de conseguir no solo esta armonía entre superhombres sino también de
fabricar un blockbuster de lujo, espectacularmente rodado y divertido hasta
decir basta. “Los Vengadores” se han querido acercar al cinismo y chulería de
las dos primeras entregas de “Iron Man”, han tomado prestados los endiosados
vaivenes de “Thor” (Kenneth Branagh, 2011) así como a su villano, Loki (un
villano de medio pelo, algo que la propia película sabe y explota) y han
restado aflicción y aportado gracejo al Hulk que encarnaron Eric Bana y Edward
Norton. Junto a ellos las dotes de liderazgo de “Capitán America” (Joe Johnston, 2011)
y la aportación de la pareja formada por La viuda negra (Scarlett Johhanson) y
Ojo de Halcón (Jeremy Renner) hasta completar el sexteto inicial.
Y ya que estamos con el
equilibrio, es posible enumerar más motivos por los que “Los Vengadores” consigue
ser una medida y (cuasi) perfecta superproducción; es ambiciosa pero no tiene
pretensiones, es trepidante pero no mareante, es tan suficientemente ingeniosa como trivial, dura
142 minutos pero pasa en un santiamén, mide sus guiños hacía los fans de la
misma manera que emplea el tiempo justo en explicar a los no iniciados quien es
cada uno de los trajeados héroes que van apareciendo.
En unos tiempos en que los que la
industria del cine-espectáculo se debate entre la atormentada visión de Nolan y
la producción indiscriminada de banalidades estilo Bay, se agradece el
mimo con que Whedon ha tratado a “Los Vengadores” sin (probablemente) ser
consciente de haber encontrado el camino a seguir para que Hollywood continué
siendo la meca del entretenimiento y el espectador digiera mejor las palomitas
consumidas.
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