3 de diciembre de 2013


Ser un líder en tu adolescencia es como ser un niño prodigio; la gloria temprana no necesariamente significa un futuro de éxitos. Si nos atenemos a la difícil vida adulta de la Mavis Gary (Charlize Theron) de “Young Adult” o de Gary King (un impecable Simon Pegg) en “Bienvenidos al fin del mundo” ("The World´s End") es, más bien, todo lo contrario, ese liderazgo anticipado supone más una carga personal que un brillante porvenir.

Retroceder no es la mejor solución, pero así lo entiende Gary King, que decide reunir a sus colegas de la infancia para repetir momentos de popularidad quinceañera donde la cerveza y los rollos furtivos en aseos de señora estaban a la orden del día. Esta incapacidad para madurar es el leiv motiv de la película que cierra la “trilogía del cornetto” (“Zombies Party” y “Arma Fatal”) ideada por el trío Edgar Wright-Simon Pegg-Nick Frost, y también denominador común del cine de Wright que siempre ha girado en torno al peterpanismo de sus protagonistas, a su fuerte sentido de la amistad, al valor de una barra de bar de provincias y al valor añadido del componente fantástico y/o de género que siempre acaba por relucir.

Sería muy interesante hablar del potente e inesperado giro argumental que contiene esta historia de nostalgia así como de la parodia que ésta introduce con respecto a determinadas cintas capitales de la historia del cine, pero más interesante es omitir esta información que permita acudir virgen a su visionado (algo que no hace su trailer o un buen número de críticas del sector) garantizando así la sorpresa que supone su agresivo cambio de tercio y por consiguiente una mejor apreciación por parte del espectador del impacto y la efectividad de su habilidad para la mezcla de géneros y estilos.


Independientemente de este súbito y maravilloso cambio de dirección que contiene “Bienvenidos al fin del mundo”, el gran fuerte de la película radica en la heterogeneidad de su discurso aún cuando se desmarca de su premisa inicial. Ocurra lo que ocurra, por impensable que sea, el verdadero de motivo de Gary y compañía (impagable reparto de secundarios habituales del cine de Wright como Martin Freeman o Paddy Considine) es el de superar sus frustraciones pasadas como ilusión para tener una vida mejor y bien vale un “milla de oro” cuya meta sea ingerir 12 pintas de cerveza, para eliminar complejos y avanzar hacía delante.

Y tanto en esta búsqueda de la felicidad a través de la nostalgia como en la aventura imprevista posterior brilla, una vez más el talento de Edgar Wright para el gag, para dotar de dinamismo a la narración, para usar el montaje, los efectos de sonido y la selección musical en beneficio del ritmo de “Bienvenidos al fin del mundo”. También para conseguir un cierre coherente e indivisible para una trilogía fundamental como la del “cornetto”. Un director total en el que ya han puesto sus miras gente como Steven Spielberg o J.J.Abrams y que en un futuro podrá, a diferencia del personaje de Gary King, mirar atrás en su carrera sin complejo alguno.
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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

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