La comedia es un recurso para los
tiempos de crisis. Así lo entendieron Capra y Lubistch en los depresivos años
30 y así lo ha sentido Pedro Almodovar, una de las figuras más representativas
y influyentes de nuestro país, el cual ha querido poner su granito de arena a
la pobre situación social española actual ofreciendo al espectador una comedia
pura, de esas que no frecuentaba desde hacía un largo tiempo.
Mucho tiene que agradecer la comedia
a Almodovar, y Almodovar a la comedia. Llegaron a estar tan unidos que hasta se
acuñó el término de “comedia almodovariana”, casi un subgénero en si mismo al
que le llovieron posteriores imitadores. Pero el manchego se pasó al melodrama
y encontró allí su hábitat natural. Sustituyó su carácter underground por las
formas sofisticadas, se depuró como cineasta, se convirtió en un elegante
esteta y pulió su escritura hasta conseguir complejas historias que tuvieron su
reconocimiento en forma de Oscars. Ahora, en su vuelta al género que le vió
nacer, Almodovar quiere ser aquel director irreverente y atrevido que un día
creó escuela pero sin abandonar la experiencia adquirida con el paso del tiempo
y lo cierto es que en la tirada, los dados no arrojan una buena jugada.
“Los amantes pasajeros” es loable
en sus intenciones pero fallida en todo lo demás. Una comedia anacrónica,
nacida vieja, repleta de estereotipos y situaciones forzadas. Una suerte de “Aterriza
como puedas” amanerada y loca con la grave carencia de un hilo conductor, tan a
la deriva como el vuelo de la compañía Península con destino Mexico el cual
ejerce de arma simbólica de la sociedad actual (una clase turista aletargada,
una tripulación inepta y una primera clase corrupta y viciada) además de servir
de plató para la interacción de un reparto coral desequilibrado donde
contrastan interpretaciones esforzadas de Carlos Areces o Javier Cámara con
otras menos inspiradas de Blanca Suarez o Miguel Ángel Silvestre.
Y es que Almodovar ha querido hacer reir con chistes
de homosexuales, mamadas, drogas y alcohol, algo que en los 80 podía sonar
transgresor, pero que hoy es un recurso gastado. Ha acumulado personajes y
tramas que fluctúan por el metraje sembrando la descompensación generalizada en
la película (tan pronto cobra un interés especial la historia de Guillermo
Toledo y Blanca Suarez como desaparece del mapa sin solución a la vista) e
introducido paralelismos con la realidad social demasiado esteriles y toscos (aeropuertos
fantasmas, cajas de ahorro manchegas intervenidas). Hay una evidente falta de
espontaneidad, de frescura en el humor empleado. El disparate no es tal. El
enredo no tiene una base sólida. Sólo la gestualidad innata de Carlos Areces, la
veteranía de Cecilia Roth o el desatado “I´m so excited” insertado bruscamente,
por cierto, en medio de la nada, salvan ligeramente la función de un fracaso
mayor. El desafortunado resultado global de “Los amantes pasajeros” se podría
sintetizar en la música de Alberto Iglesias, autor cuya sincronía con el cine
de Almodovar es sobresaliente y cuya partitura para la ocasión (de nuevo
sobria, refinada, de quilates) lucha constantemente por encajar con el tono
burdo y atropellado de la película de Almodovar, no encontrando en ningún
momento el lugar y la situación adecuada en la que poder colaborar con el
desarrollo de la historia. Ejemplo claro de que el manchego no ha sabido
manejar los elementos, mostrándose algo desubicado en un género puro que no
frecuentaba desde “Mujeres al borde de un ataque de nervios”.
Hasta el mejor escribano echa un
borrón. Almodovar ha fallado en su circunstancial retorno cómico habiendo
dejado claro, eso sí, que lo suyo es el melodrama y que su siguiente película
transitará por estos terrenos.
Me gustó lo último de Almodóvar. Recomendable. Por cierto, y ya que eres cinéfilo al igual que yo, te dejo un blog nuevo de cine, que encontré el otro día: http://todocinemaniacos.wordpress.com
Saludos,
Flypper2007