La elección de David Slade como director de la tercera entrega de la saga "Crepúsculo "auguraba más sombra y menos romance. Con experiencia en el mundo de los chupasangres gracias a “30 días de oscuridad”, la presencia de Slade prometía un aumento de sangre que equilibrase la balanza con la sedosa y mojigata historia urdida por Stephenie Meyer y que, a la vez, contentase a los sufridores novios que acompañan a sus parejas a las proyecciones de una saga eminentemente femenina.
Lamentablemente todo ha sido un espejismo y contra pronóstico Slade ha sucumbido ante el lado más popular de la saga, el de las idas y venidas amorosas del trío hormonalmente desubicado formado por Bella, Edward y Jacob, o lo que es lo mismo, humanos, vampiros y hombres lobos de instituto.
“Eclipse” es precisamente eso, y solo eso. La redundancia en una fórmula que ha hecho de la saga un fenómeno. Totalmente acomodada por su excelente aceptación entre el público, la tercera entrega no ejerce esfuerzo alguno a la hora de elaborar unos diálogos que contengan una mínima dosis de inteligencia, ni siquiera intenta evitar el ridículo de unas situaciones extremadamente forzadas (esos celos juveniles) que únicamente resultaran comprensibles y auténticas si el espectador no supera la mayoría de edad.
En “Eclipse” el carácter folletinesco es de un tamaño antológico; Bella se debate entre Jacob y Edward y medita su compromiso matrimonial al tiempo que asume su futura condición inmortal. Cerca, un ejército de vampiros neófitos se entrena para acabar con ella.
Sin aportar nada más, los 120 minutos de la penúltima de las aventuras crepúsculares, son casi exclusivamente los de los “vaivenes sentimentales de una adolescente sin personalidad definida”. De nada sirve el buen hacer de Slade en aquellas secuencias ubicadas en Seattle, en los flashbacks que rememoran el nacimiento de los miembros de la familia Cullen o el enfrentamiento final. “Eclipse” solo pretende mostrar la dicotomía del amor entre su triangulo protagonista e inculcar unos valores de dudosa actualidad entre la juventud como la castidad y la pureza.
Si a todo esto le sumamos las interpretaciones infames de unos inexpresivos Robert Pattison, Kristen Stewart y Taylor Lautner (Dakota Fanning en 1 minuto les imparte una soberana lección de presencia en pantalla), un catálogo de canciones pop introducidas con calzador y algunos chistes oportunistas sobre torsos desnudos y camisetas, ya tenemos garantizado el blockbuster juvenil de la temporada.
Aunque nunca llegó a cotas muy altas, sólo las del eficaz entretenimiento, la saga Crepúsculo, a falta de su entrega final, evidencia preocupante síntomas de bochorno, que no son otros que aquellos que su público le ha ido permitiendo.
Lamentablemente todo ha sido un espejismo y contra pronóstico Slade ha sucumbido ante el lado más popular de la saga, el de las idas y venidas amorosas del trío hormonalmente desubicado formado por Bella, Edward y Jacob, o lo que es lo mismo, humanos, vampiros y hombres lobos de instituto.
“Eclipse” es precisamente eso, y solo eso. La redundancia en una fórmula que ha hecho de la saga un fenómeno. Totalmente acomodada por su excelente aceptación entre el público, la tercera entrega no ejerce esfuerzo alguno a la hora de elaborar unos diálogos que contengan una mínima dosis de inteligencia, ni siquiera intenta evitar el ridículo de unas situaciones extremadamente forzadas (esos celos juveniles) que únicamente resultaran comprensibles y auténticas si el espectador no supera la mayoría de edad.
En “Eclipse” el carácter folletinesco es de un tamaño antológico; Bella se debate entre Jacob y Edward y medita su compromiso matrimonial al tiempo que asume su futura condición inmortal. Cerca, un ejército de vampiros neófitos se entrena para acabar con ella.
Sin aportar nada más, los 120 minutos de la penúltima de las aventuras crepúsculares, son casi exclusivamente los de los “vaivenes sentimentales de una adolescente sin personalidad definida”. De nada sirve el buen hacer de Slade en aquellas secuencias ubicadas en Seattle, en los flashbacks que rememoran el nacimiento de los miembros de la familia Cullen o el enfrentamiento final. “Eclipse” solo pretende mostrar la dicotomía del amor entre su triangulo protagonista e inculcar unos valores de dudosa actualidad entre la juventud como la castidad y la pureza.
Si a todo esto le sumamos las interpretaciones infames de unos inexpresivos Robert Pattison, Kristen Stewart y Taylor Lautner (Dakota Fanning en 1 minuto les imparte una soberana lección de presencia en pantalla), un catálogo de canciones pop introducidas con calzador y algunos chistes oportunistas sobre torsos desnudos y camisetas, ya tenemos garantizado el blockbuster juvenil de la temporada.
Aunque nunca llegó a cotas muy altas, sólo las del eficaz entretenimiento, la saga Crepúsculo, a falta de su entrega final, evidencia preocupante síntomas de bochorno, que no son otros que aquellos que su público le ha ido permitiendo.
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