21 de marzo de 2011



Es “Nunca me abandones” una singular manera de acercarse a un tema muy querido y explorado por la ciencia-ficción; la clonación humana y su inherente debate acerca de la capacidad de sentimiento de las réplicas del hombre y su incertidumbre sobre lo mortal y lo inmortal.

Obviando por completo el género que más ha aprovechado las posibilidades de esta cuestión, “Nunca me abandones” aborda el tema desde una postura romántica y preciosista, mostrando un marco distópico inusual donde lo delicado y lo lírico sustituyen al universo gris y casi siempre apocalíptico con los que el cine y la literatura se han aproximado a estos futuros imperfectos.

Como si de una película de Joe Wright se tratase (es imposible no ver reflejado al director de “Orgullo y Prejuicio” o “Expiación” en este título), el director Mark Romanek opta por la belleza y la suavidad en la puesta en escena para enfatizar la historia de amor a tres bandas protagonizada por tres jovenes promesas de Hollywood, Carey Mulligan, Andrew Garfield (el próximo Spiderman) y Keira Knightley, en defecto de las múltiples posibilidades que el relato ofrecía a la hora de diseccionar el componente genético de la historia. No habría nada que objetar en este sentido, puesto que la novela de Kazuo Ishiguro de la que parte destaca precisamente por el tono bucólico, si no fuese porque la película de Romanek falla concretamente en su principal apuesta romántica, resultando “Nunca me abandones” una película aséptica y fría donde a la carencia de cualquier estudio sobre el ser humano de encargo se le une la ausencia de alma en sus personajes, de pasión en sus situaciones más relevantes.

Esta incapacidad de emoción, unido al tono lánguido del relato y al nulo interés de Alex Garland (guionista) y Romanek por, al menos, retratar las razones de esa sociedad distópica, (el personaje de Sally Hawkins, único capaz de plantear preguntas, desaparece por arte de magia) convierten a “Nunca me abandones” en una fallida y anodina narración, donde sus personajes jamás empatizan con el, muy probablemente desubicado, espectador, motivo por el cual seguiremos pensando en “replicantes” y no en “cuidadores” o “donantes” cuando de lo que se hable sea de seres de encargo que luchan por amar.

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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

1 comentarios

  1. Anónimo says:

    En realidad creo que llamar banal esta película es un juicio tan apresurado como superficial, no se puede enfatizar en una historia romántica pues la película perdería cualquier sentido, habla sobre un tema interesante, ese vuelco que puede dar la tecnología de la genética sobre la sociedad y lo que puede llegar a suceder, y a su favor esta que no es narrada en un futuro mecatrónico como lo hacen todas la películas que a mi parecer si son "banales", se narra en un ahora, siento que la palabra romance esta distorsionada, sentí el amor y las frustraciones de sus personajes, sin tener que ver a estos llorando, lamentandose y luchando contra el destino todo el tiempo.