Decepciona saber que la firma de John Carpenter acompaña a un título como “The Ward”. El mítico director de películas como “Halloween”, “La Cosa” o “En la boca del miedo” ha elegido una manida historia de manicomios y fantasmas para retornar a la dirección de largometrajes a sus 62 años. Su maltrecha salud le mantenía inactivo en la gran pantalla desde que dirigiera hace 9 años “Fantasmas de Marte”, reapareciendo tan solo en un par de capítulos (una de cal y una de arena, “Cigarrettes Burns” y “Pro-Life”) de la serie “Masters of Horror”.
Precisamente un capítulo televisivo (de los flojos) de “Masters of Horror” parece “The Ward”, una cinta repleta de lugares comunes y personajes arquetípicos del género cuyos giros argumentales y ambientación lucen insuficientes para el nivel que un director como Carpenter siempre ha ofrecido.
Sólo en su arranque se atisban detalles del mejor Carpenter. Un prólogo sugerente, unos bonitos créditos y un inquietante tema musical coral auguran un buen título de género. La trama se sitúa en 1966 donde Kristen (Amber Heard) es internada en un psiquiátrico tras quemar una casa sin razón aparente. Lugar que esconde algún que otro secreto que la nueva residente intentará desentrañar con la ayuda de sus perturbadas compañeras de aislamiento. Un argumento a lo “Shutter Island” que no se ve reforzado por un guión que hace aguas por todos lados y que ni siquiera es capaz de ofrecer a Carpenter la posibilidad de crear atmósferas y jugar con los elementos del género.
“The Ward” reproduce una y otra vez la misma situación; intento de fuga de la nueva residente y aborto por parte del personal del manicomio. Entre medias alguna aparición fantasmal, alguna que otra habitación oculta que es descubierta y muy poco de tensión y/o suspense. El interés se desvanece con cada paso que la película da, sus enigmas carecen de incertidumbre y sus giros de guión en los minutos finales de metraje podrían haber sorprendido hace una década pero no hoy. Con un producto así solo cabía soltarse la melena, no tomarse su guión en serio y componer un divertido film de serie B que supiese mezclar con alegría y sin tapujos las grandes bazas que la película contiene; jóvenes internas, sangre y fantasmas, algo que Carpenter, experto en estas lides, inexplicablemente pasa por alto, convencido de una trascendencia que la película no tiene.
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