1 de agosto de 2011



Son estos dos títulos que nos ocupan ejemplos verdaderamente manifiestos de sus cinematografías. Tanto “Pequeñas mentiras sin importancia” ("Le petits mouchoirs") como “La prima cosa bella” sirven como catálogo actualizado y mejorado de todos los clichés del cine francés e italiano respectivamente, y sin embargo, con sus costumbres y vicios ambos han servido para refrescar la cartelera veraniega de nuestro país.

La película gala visita las vidas de un grupo de amigos alrededor de los cuarenta años cuyas existencias están repletas de dudas e inseguridades. Estamos ante una de esas cintas generacionales en las que sus personajes reúnen los males endémicos de la sociedad a la que pertenecen; estrés laboral, matrimonios insatisfechos, incapacidad sentimental y sobre todo, inmadurez generalizada. La crisis de los 40 en unos seres bien posicionados que, como mandan los cánones del cine francés, hablan, conversan, debaten durante largos minutos (y casi siempre alrededor de una mesa o una copa de vino) con el fin de encontrar soluciones a sus problemas más trascendentales.

Es mérito de Guillaume Canet (actor de “Quiéreme si te atreves” o “Feliz Navidad”, ahora en tareas de dirección) la de compensar todas y cada una de las pequeñas historias personales de su coral galería de personajes, de manejar y alternar los tiempos de sus diferentes identidades (encontramos al personaje histérico y cómico, al atormentado y dramático, a la misteriosa) y de conseguir que sus 145 minutos de metraje sepan sustentarse gracias a los pequeños secretos guardados por el guión y a situaciones que captan poderosamente la atención del espectador (la historia homosexual entre amigos). No obstante la cinta se resentirá de un exceso de sentimentalismo a la hora de afrontar el desenlace del personaje que une a todos los amigos (el accidentado personaje que encarna Jean Dujardin) y con el que el espectador será incapaz de identificarse y/o hermanarse por la escasa cancha de la goza en pantalla en beneficio de sus “colegas” de toda la vida. Probablemente el único pero de una película agradable, honesta y bien interpretada (Marion Cotillard o Francois Cluzet) que ha sido un gran éxito en su país.

No menos “autotóctona” es “La prima cosa bella”, otro éxito de taquilla en su país de origen y candidata para representar a Italia en la anterior edición de los premios Oscar.

Apelando a la nostalgia, al recuerdo y a la familia, “La prima cosa bella” es un homenaje a las madres de toda la vida al tiempo que rememora a las maggioratas italianas popularizadas por el cine italiano del pasado siglo. Idas y venidas sentimentales y temporales para retratar la lucha de una madre, sufridora, abnegada, ingenua, sugerente, por sacar adelante a sus hijos frente a un padre celoso y posesivo.

En su vuelta al pasado, “La prima cosa bella” se muestra tan exagerada y cómica como entrañable y amarga, retrotrayendonos a nuestros propios recuerdos de infancia y a nuestra querencia por el calor maternal. En su presente, la película alude a los resentimientos y heridas no curadas, que siempre cicatrizarán si es de una madre de lo que estamos hablando.
Una película excesiva y sentimentaloide como buena película italiana, bien interpretada (Micaela Ramazzotti, Valerio Mastandrea o la mítica Stefania Sandrelli) y con guiños cinéfilos a la comedia italiana (“apariciones” de Mastroianni y Dino Risi, incluidas) y que probablemente, a ojos del espectador podrá recordar a otra tragicómica y maternal película como era “El hijo de la novia”.
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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

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