5 de diciembre de 2011



Al parecer fue Benjamin Franklin el que, en su día, pronunciase aquello de “El tiempo es oro”, expresión hecha, que ahora el director Andrew Niccol transforma en ciencia-ficción distópica con mucho de metáfora social actual.

Niccol, experto en estas futuristas y, porque no, visionarias lides (director de “Gattaca”, guionista de “El Show de Truman”), se embarca en otra de sus sociedades imaginarias en “In Time”, donde el bien más preciado es el propio tiempo de vida de cada ser humano, frenado a los 25 años y prorrogado contra el reloj durante el resto de sus existencias.

Una premisa argumental atractiva y potente, con la que Phillip K. Dick podría estar satisfecho y que ofrece a Niccol multitud de posibilidades para crear un bonito, pequeño y perdurable clásico de la ciencia-ficción al estilo de “Desafío total” o “La fuga de Logan”, con las que la presente guarda alguna que otra similitud.

Y lo cierto es que “In Time” cumple con ese cometido y aprovecha sus propias posibilidades mientras no abandona el campo de la ciencia-ficción, desarrollado lecturas subversivas, mostrándose como espejo de estos tiempos de diferencias sociales, abuso de poder e indignación popular que vivimos, planteando cuestiones éticas y existenciales y jugando con elementos futuristas singulares y fascinantes como brazos con cuentas regresivas, la figura de los llamados “cronometradores” o el tiempo como moneda de pago. Cuando lo hace, “In Time” muta en lo que también es (o no tiene más remedio que ser), un thriller palomitero y convencional donde Justin Timberlake juega a ser James Bond hasta encontrar a Amanda Seyfried y pasar a ser Bonnie & Clyde.


Correr deja de ser una necesidad vital para convertirse en mera excusa argumental y la cinta pierde su encanto de género al transitar lugares comunes de la acción persecutoria en la que Timberlake y Seyfried con un romance atropellado y de nula química y Alex Pettyfer o Vincent Kartheiser (el trepa Pete Cambell de “Mad Men”) componiendo dos villanos de escasa entidad (por suerte anda por ahí Cillian Murphy para compensarlo) acaban por empañar el interés suscitado por una propuesta que al menos marca una coherencia en la carrera de su realizador, un Andrew Niccol especialmente dotado para generar futuros imperfectos y envolverlos con una sugerente puesta en escena pero, en esta ocasión, demasiado servilista con las exigencias de su industria.
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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

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