1 de febrero de 2012

Photobucket


La sincronización sonora llegó y venció. Los caprichos de las “crisis económicas” quisieron que el cine cobrase voz al tiempo que la Bolsa hacía crack dejando una profunda situación de depresión social. Con ella, el “estado de bienestar” de estrellas de la talla de Mary Pickford, Douglas Fairbanks, Pola Negri o Gloria Swanson se fue al garete. Eso es tan solo una parte de la historia que todos conocemos, la de una de las primeras revoluciones que vivió el séptimo arte y a la que, lejos de olvidar, el propio cine ha rememorado orgulloso en diferentes momentos de su vida. The Artist” (Michel Hazanavicius, 2011) aterriza ahora, en una época con circunstancias que no distan demasiado de las de entonces (revolución en el cine con la irrupción de las 3D, severa crisis económica mundial), para, de nuevo, recordarnos que Hollywood fue, una vez, mudo y musicado.

Lo curioso de esta reverencia es que es extrínseca a Hollywood. Viene nada menos que de Francia. Y su grado de nostalgia es tal, que ha tenido la osadía de lucir muda y en blanco y negro cuando la moda está en el artificio y la explosión visual.


En ese tributo, casi cíclico, que el cine rinde a aquella etapa de transición, “The Artist” no viene, precisamente, a aportar nada nuevo a los relatos que sobre ella ya ofrecieron títulos como “Ha nacido una estrella” o "El crepúsculo de los Dioses". Podría ser un biopic de John Gilbert y nadie se daría cuenta. O un remake de “Cantando bajo la lluvia” sin gama de colores, actrices de doblaje y dilatados bailes de Gene Kelly y no pasaría nada. Apelando a la añoranza y al sentimiento, al slapstick y al romance, "The Artist" es mucho más arriesgada formalmente que argumentalmente. La historia de George Valentin, figura principal del star-system hollywoodiense que rechaza el cine sonoro -"si ese es el cambio, quédate tú con él"- al tiempo que asiste a la subida al estrellato de la joven Peppy Miller, tiene mucho de dejavú aunque sobrado tacto para emocionar al patio de butacas, así como también varios ases en la manga por si alguien no consiguiese entrar en su juego evocador y melodramático (el perro, Uggie es encantador).

Pero oculta bajo lo llamativo de su propuesta formal está una película que adora el cine y se acerca a él desde la admiración, alegre por devolver a la pantalla grande la expresividad y el lenguaje del cine silente. "The Artist" se vale por si sóla con apenas un par de detalles de guión (ese lunar, esa chaqueta en el perchero), una contagiosa banda sonora de Ludovic Bource y una sucesión de situaciones sugestivas (el claqué tras la lona, el rodaje de la secuencia de baile) para despertar sensaciones clásicas y añejas, aunque su verdadero tesoro está en su pareja protagonista, ese francés de arrebatadora sonrisa y contenida sobreactuación llamado Jean Dujardin (merece el Oscar) y esa argentina que ilumina la pantalla llamada Berenice Bejó.

Transcendiendo a su propia condición, "The Artist" con su narración anacrónica, ingenua, esencial, se ha convertido en un fenómeno que le ha llevado a situarse a las puertas del premio Oscar. Un éxito inesperado pero, si me apuran, necesario para demostrarnos que el cine sobrevivió al cambio y el ser humano superó la mala racha, y vital por alegrarnos la existencia con su encantador despliegue de simpatía y sonrisas.
Tagged
Different Themes
Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

0 comentarios