Es hora de ir considerando como "oficialmente periódico" a ese subgénero denominado "found footage", o lo que es lo mismo ficción en primera persona grabada con cámaras de video. Chavales bastante tercos empeñados en rodarlo todo que dan pie al desarrollo de relatos de cine de género con especiales dosis de hiperrealismo. “Monstruoso” abrió la veda. Ni siquiera atrapado bajo los pies de la gigantesca criatura creada por J.J. Abrams, su protagonista dejaba de darle al Rec. En “Super 8” la aventura era más formal pero su germen guardaba relación (véase "The Case" el corto zombie); la testaruda voluntad del joven Joe Lamb en rodar una película de zombies en formato super 8. Ahora en “Chronicle” la excusa videofila viene dada por el típico adolescente aislado y un poco angustiado familiarmente que desde el primer plano de la película decide grabar todo lo que ocurre a su alrededor (no cuela tanto que la rubia guapa de la película también sea fan de grabar imágenes en movimiento, pero correremos un tupido velo).
De esa estampa podría salir un lacrimógeno docudrama familiar con un padre alcohólico y violento y una madre en estado terminal, pero no es cuestión de ponerse serio. Al menos no es eso lo que le interesa a Max Landis guionista debutante con innegable gusto por la humilde pero sugestiva ciencia-ficción. Vocación lógica por otro lado, pues Max es hijo del mítico John Landis.
De esa estampa podría salir un lacrimógeno docudrama familiar con un padre alcohólico y violento y una madre en estado terminal, pero no es cuestión de ponerse serio. Al menos no es eso lo que le interesa a Max Landis guionista debutante con innegable gusto por la humilde pero sugestiva ciencia-ficción. Vocación lógica por otro lado, pues Max es hijo del mítico John Landis.
“Chronicle” podría ser el inicio de una tentadora saga de héroes y villanos. Tiene todos los elementos necesarios e incluso se detiene a darles forma y carácter (Bruce Willis era un héroe con chubasquero de guardia de seguridad, Andrew Detmer es un héroe oscuro con traje de bombero y mochila de instituto). Sin embargo sus aspiraciones son variadas y superan a las del simple nacimiento del superhombre (¿o deberíamos decir superjoven?). “Chronicle” son chavales en plena pubertad que sustituyen (sin prescindir, obviamente) alcohol y juergas por jugar al rugby volando entre nubes y mover coches en parkings de supermercados. Es la enésima descripción del adolescente martirizado en su alma, de institutos con alumnos populares e inadaptados. Del cisma que provoca la mezcla de poderes y juventud rematados en un clímax tan caótico, furioso y confuso como la mente de alguien de 17 años.
Inestable es el universo de “Chronicle” (como también lo es su uso de la óptica en primera persona) y en su heterogeneidad está el punto débil de su fórmula y al tiempo su valor añadido. Landis y Josh Trank, director del evento, han transformado en sombras las luces de “Jumper”, han eliminado la comedia de “Misfits” y han sugerido lo que “El protegido” de Shyamalan planteó. Lejos de prolongar su evidente éxito, “Chronicle” sólo tiene una única pretensión; transmitir que es más fácil aprender a dominar un poder que controlar la mente de un adolescente.
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