Los efectos digitales y la imperiosa necesidad de la gran
industria del cine por explotar héroes de comic avanzan con una rapidez
inversamente proporcional a la capacidad de borrar películas de nuestra
memoria. Es por eso que no hemos tenido tiempo suficiente para olvidar al
Spiderman de Raimi cuando Hollywood, que no entiende de memoria y si de
franquicias, reinicia la saga arácnida con las baratas excusas digitales y de
popularidad adolescente de sus protagonistas.
Como saga cercana en el tiempo, el espectador joven recuerda
sin esfuerzo y con agrado la transformación de Tobey Maguire en hombre araña, su beso
invertido con Kirsten Dunst, la presencia de James Franco y Willem Dafoe como
padre e hijo antagonistas o la música de Danny Elfman mientras el bueno de
Spiderman sobrevolaba rascacielos en los que
todavía sonaban los ecos de la caída del World Trade Center.
“The Amazing Spiderman” de Marc Webb, el realizador de la sobrevaloradisima “500 días juntos”, lejos de retomar la historia donde Raimi la dejó para avanzar cronológicamente, decide volver a los orígenes del superhéroe, pensando en una generación todavía menor e ignorando a ese público que no hace tanto fue testigo de las andanzas del héroe marvel. Con el evidente objetivo de este público teen, Webb adopta el tono liviano y pueril del blockbuster juvenil actual (el modelo “Crepúsculo” o “Los juegos del hambre”) enfatizando la ambientación de instituto, aumentando el trauma familiar y el tormento personal adolescente de un Peter Parker tímido y desplazado socialmente (un Andrew Garfield que es un catálogo de tics), aportando más minutos al romance entre carpetas forradas de Parker y Gwen Stacey (una fuera de sitio Emma Stone) que a las acciones de un superhéroe más bien nocturno y poco responsable que solventará en un abrir y cerrar de ojos su lucha con el villano de turno (Lagarto, encarnado por Rhys Ifans), en un climax final atropellado y precipitado propio del que ha administrado mal los tempos de la película.
“The Amazing Spiderman” de Marc Webb, el realizador de la sobrevaloradisima “500 días juntos”, lejos de retomar la historia donde Raimi la dejó para avanzar cronológicamente, decide volver a los orígenes del superhéroe, pensando en una generación todavía menor e ignorando a ese público que no hace tanto fue testigo de las andanzas del héroe marvel. Con el evidente objetivo de este público teen, Webb adopta el tono liviano y pueril del blockbuster juvenil actual (el modelo “Crepúsculo” o “Los juegos del hambre”) enfatizando la ambientación de instituto, aumentando el trauma familiar y el tormento personal adolescente de un Peter Parker tímido y desplazado socialmente (un Andrew Garfield que es un catálogo de tics), aportando más minutos al romance entre carpetas forradas de Parker y Gwen Stacey (una fuera de sitio Emma Stone) que a las acciones de un superhéroe más bien nocturno y poco responsable que solventará en un abrir y cerrar de ojos su lucha con el villano de turno (Lagarto, encarnado por Rhys Ifans), en un climax final atropellado y precipitado propio del que ha administrado mal los tempos de la película.
Únicamente la presencia de un convincente Martin Sheen
encarnando al tio Ben parece brillar con luz propia en una superproducción tan innecesaria como redundante que ni mejora ni aporta demasiada novedad a las aventuras de la araña enmascarada que disfrutamos no hace tantos años.
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