10 de marzo de 2015

Que me perdone Sherlock Holmes, pero el personaje literario más adaptado al cine, si nos dedicamos a sumar películas oficiales,versiones apócrifas, parodias, tributos, y copias más o menos burdas, es el del agente del Martini con vodka agitado, no mezclado. 
James Bond no sólo ha visto como hasta seis actores diferentes obtenían su licencia para matar,también ha sido testigo de multiples reproducciones que oscilan entre el respeto al personaje original o la simple caricatura. Desde el Maxwell Smart y su zapatófono en “Superagente 86”, a la sensualidad de Monica Vitty como “Modesty Blaise”, la saga del Agente de la CIPOL que pronto veremos adaptada a la gran pantalla por Guy Ritchie, la parodia más gruesa de Austin Powers o torpe de Johnny English, o las desmitificaciones españolas de “07 con el 2 delante” donde Cassen era el agente Jaime Bonet o sin ir más lejos, el José Luis Torrente de Santiago Segura. 

A todas ellas viene a unirse ahora, “Kingsman, servicio secreto”, que es algo así como la película de 007 que Matthew Vaughn siempre quiso dirigir y nunca pudo hacer, o al menos, a él nunca le llamaron.
Casi mejor, porque fuera de todo protocolo que encorsete sus inclinaciones gamberras y violentas, es donde mejor se mueve el cine de Vaughn, que hasta la fecha siempre ha mostrado un excelente espíritu lúdico y desacomplejado, ya sea en románticas aventuras fantásticas adaptando a Neil Gaiman, capaces de sacar pluma al mismisimo Robert De Niro (“Stardust”), o en cintas de superhéroes adolescentes adaptando a Mark Millar y John Romita Jr. (“Kick Ass”). Para “Kingsman, servicio secreto”, Vaugh vuelve a recurrir a un comic de Millar (“The Secret Service”, esta vez junto a Dave Gibbons) y vuelve a dar en el clavo, con esta historia de reclutamiento e iniciación juvenil al espionaje que sabe honrar al género jamesbondniano en su primera mitad de metraje para posteriormente desatarse como gozoso film de acción. 

“Kingsman” cumple con todos los requisitos del género que pulió Ian Fleming; organizaciones secretas, agentes de doble vida, gadgets y armas inverosimiles, conspiraciones para acabar con el planeta y una flema británica tan impecable como la dicción de Colin Firth. Precisamente, el oscarizado actor de “El discurso del Rey” es quien aporta ese toque british tan distinguido al introducir las claves de Kingsman, el servicio que lleva décadas acabando con los villanos del mundo. La elegancia de llevar un traje a medida, un paraguas que recuerda al de Los Vengadores (los de Marvel, no, los de la serie inglesa de los 60) y un malvado megalómano al que enfrentarse, encarnado por un divertidisimo Samuel L. Jackson, que parece una extensión cómica del antagonista que interpretó en “El Protegido” de Shyamalan, dotan a “Kingsman” de la práctica totalidad de elementos necesarios para que Matthew Vaughn pueda repetir la estructura clásica y tópicos del cine Bond. Y así lo hace en sus primeros actos, mostrandose formalmente más ordenado y reverencial a los esquemas del cine de espías antes de pasar a dinamitarlos.

Una presentación de historia y personajes francamente entretenida que supone un ritual de iniciación a lo Pigmalion para un carismático Taron Egerton, que hace a Michael Caine (de nuevo) lider de todo el tinglado, que permite a Mark Strong no repetir papel de un villano (por fin) y que entronca con las viejas generaciones gracias a la presencia, casi testimonial, del añorado Mark Hamill. Lo que viene después supone un órdago al cine espectáculo. Un carrusel de acción sobresalientemente orquestado en un desfile de secuencias exageradas, grandilocuentes, libres de todo prejuicio, repletas de violencia física hasta el punto de convertir al refinado Colin Firth en el nuevo Liam Nesson. No conviene desvelar como se comporta el bueno de Firth en una iglesia, pero si que la secuencia que tiene lugar allí es de lo más sorprendente visto en el cine de acción reciente. Como sorprendentes son las motivaciones y recompensas por salvar el mundo que se dan lugar en "Kingsman".
Con un ritmo endiablado, mucho sentido del humor y gusto por las referencias a la cultura pop, una selección musical ecléctica y cierto ánimo de perdurar como saga, “Kingsman, servicio secreto” es un divertimento de primera, que demuestra que Mark Millar es un filón para el cine y que Matthew Vaugh es quien mejor sabe interpretarlo, habiendo dado un volantazo al viejo genero de espias cinematográficos. Porqué “Kingsman” es un Bond sin vergüenza alguna, que es a la vez, parodia, tributo, copia más o menos burda y caricatura del agente secreto por excelencia, al cual se acerca desde el respeto y el aprecio, por mucho que el joven protagonista afirme que para él las iniciales JB no son las de James Bond, ni las de Jason Bourne, sino las de Jack Bauer.
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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

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