Al escritor y director Paul Haggis le gusta liar la madeja de tal manera que luego pueda desenrollarla acompañada de un redoble de tambores y un golpe de platillo. Ya lo hizo una vez, y la jugada le salió redonda, con un Oscar a Mejor Película incluido para aquella encrucijada de vidas marcadas por la intolerancia racial llamada “Crash”.
Con ella, el subgénero de historias cruzadas que la industria entendiese como tendencia tras el estreno de “Short Cuts” de Robert Altman o de “Pulp Fiction” de Quentin Tarantino y por el cual pasaron directores como Steven Soderbergh (“Traffic) o Paul Thomas Anderson (“Magnolia”), parecía agotado, a pesar de la insistencia de Alejandro González Iñárritu con “Babel” o de Rodrígo Garcia con “Nueve Vidas” (ambas de 2006) en volver a jugar con las casualidades de las existencias de sus personajes.
La proliferación de títulos de este subgénero disminuyó manifiestamente, sin embargo, Paul Haggis ha vuelto a recurrir a él, con la excusa de un intrincado (pero nada original) giro de guión como cimiento del choque de historias, buscando así repetir la gloria que le proporcionase “Crash”, más cuando su carrera posterior a ella, ha deambulado entre cintas infravaloradas como “En el valle de Elah”, o, simplemente, desafortunadas como “Los próximos tres días”.
En el propio título de “Third Person” (erroneamente titulada en España, “En tercera persona”, ya que pierde uno de sus dos significados) está esa base sobre la que sustenta todo el mosaico argumental de Haggis; personajes cuya felicidad se desvaneció por una perdida familiar. Seres solitarios en habitaciones de hotel intentando reiniciar sus vidas apoyados en relaciones sentimentales aparantemente imposibles. Tres historias que componen este puzzle narrativo adornado por grandes ciudades del mundo, Nueva York, París y Roma y por el recurso manido del personaje de un escritor en crisis creativa como núcleo central y de metaficción del relato.
Melodrama y azar romántico, géneros demodés, dominan las largas 2 horas y cuarto de metraje en las que si Haggis es capaz de captar la atención del espectador, es gracias a la descripción de sus personajes femeninos, probablemente lo más destacable de “En tercera persona”.
Olivia Wilde y su frágil personaje, de comportamiento algo errático que desconcierta emocionalmente a un Liam Nesson el cual interpreta a ese escritor en con escasez de ideas en el pasaje parisino de la película, la actriz israelí, Moran Atias, exhuberante y problemática mujer que embauca a Adrien Brody en el capítulo romano y una Mila Kunis, como descuidada y abnegada madre que lucha por la custodia compartida de su hijo frente a James Franco en plena Gran Manzana, encarnan a mujeres en cuyo sacrificio está su lucha interior y exterior por superar sus problemáticas existencias, todas ellas marcadas u oprimidas por las relaciones paterno-filiales y verdaderos motores de interés de cada uno de los tres episodios del film.
Lamentablemente, ellas y sus complicados dramas personales y humanos, son insuficientes para que “En tercera persona” remonte el vuelo, cayendo en lugares comunes del género por culpa de una clara descompensación entre sus diferentes historias, la mayoría de ellas excesivamente redudantes, poco concretas y bastante convencidas de ser importantes, un endeble nexo en común y una fuerte apuesta por su traca final, que más que ser sorprendente resulta previsible y algo manida.
Quizá por todo eso, “En tercera persona” haya sido relegada a un segundo plano en las carteleras y se estrene tarde, dos años después de su producción, confirmando que Paul Haggis, al igual que el creador bloqueado por su segunda obra que encarna Liam Nesson, no ha sabido adivinar que en el éxito de “Crash” sólo ocurre una vez, errando a la hora de repetir la fórmula dentro de un género que tuvo mejores días.
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