Repasemos la carrera reciente de Will Smith. Además de
acudir como invitado a “El Homiguero” en cuanto surge la ocasión, el que fuera príncipe
de Bel-Air, Muhammed Ali o tipo duro que acababa con invasiones alienígenas,
procura, desde algo más de un lustro, volver a ser esa estrella capaz de alternar
productos que superaban con suma facilidad los 100 millones de dólares en
taquilla, con otros que le reportaban nominaciones al Oscar a Mejor Actor.
Desde “Hancock” y “Soy leyenda”, que en 2007 recaudaron más
de 200 millones de dólares, Smith no ha levantado cabeza. Tampoco es que se
haya prodigado demasiado en pantalla. Sin contar sus dos cameos en “Anchorman 2”
y en la desastrosa “Cuento de invierno”, sus papeles protagonistas se reducen a
un intento frustrado de ser nominado al Oscar, “Siete Almas”, una reaparición
descafeinada en la saga cinematográfica que le dio la gloria, “Men In Black 3”,
y especialmente, “After Earth”, esa aventura familiar donde Will Smith pensaba
más en la carrera de su hijo Jaden que en la suya propia, tachada de
apología de la cienciología y surgida en el peor momento crítico de su director, M.Night
Shyamalan. No es que “After Earth” sea la peor película en la filmografía de
Will Smith (acordémonos de “Hitch, especialista en ligues”), pero sí la que
reunía un cúmulo de factores más dañinos para el maltrecho status de estrella
del actor en aquel instante.
Recordemos ahora lo resultonas que son las películas de
trileros, estafadores, truhanes, chantajistas, timadores. Por norma general,
son cintas que suelen salvar sus carencias de guión recurriendo a las artimañas
insólitas de sus astutos protagonistas, jugando esta baza casi siempre en su
parte final acompañada de un redoble de tambores y un golpe de platillos. El
espectador más impresionable puede entender el asombro de una estratagema bien
ejecutada en pantalla como sinónimo de película admirable. Vamos, películas de
truco que tienen truco. Ejemplos reciente hay a puñados; “Ahora me ves” llevaba
las trampas al extremo, “Trance” de Danny Boyle asociaba el engaño a la
manipulación psicológica o “La gran estafa americana” disfrazaba el timo hasta
reducirlo a la mayor ordinariez narrativa.
Quizás por eso, a la espera de encontrar un proyecto mayor con
el que ser la estrella taquillera que fue (¿será “El Escuadrón Suicida” de DC
Comics?), Will Smith ha elegido con “Focus” (dirigida por Glen Ficarra y John Requa), cinta de timadores de altos vuelos, una
opción de seguridad. Fiable. Sin un ápice de riesgo. Con la que agradar y evitar
un nuevo fracaso.
“Focus” es, precisamente, una
evasión nada atrevida. Intrascendente y de naturaleza efímera. Con una construcción de
personajes escasa, pero una capa de lujo y opulencia en forma
de coches deportivos, ropa de marca, localizaciones soleadas y prósperas, torsos musculados desnudos y
universos como el circo de la Fórmula 1 que llaman a dinero. Abundancia y esplendor con el fin de aparentar ser un producto superior a lo que realmente es; una simple historia romántica aderezada con secuencias de trucos ingeniosos llevados a cabo por estafadores estilosos como gancho fácil para el que está mirando. Con unos cuantos flashbacks
que te explican lo que ha pasado pero no el momento en el que te han colado la
trampa. Lo que se dice, "vender el oropel".
También hay chicas guapas y estilizadas, claro está. Y en esto último está el
factor incontrolable que Will Smith no ha visto venir. Se llama Margot Robbie y
nos la presentó Martin Scorsese. Ya le jugó de tú a tú al mismísimo Leonardo Di
Caprio haciendo las veces de esposa del mismísimo Jordan Belford en “El lobo de
Wall Street”, y ahora luce radiante como rubia arrebatadora y ladrona, robando
planos, atrayendo miradas y demostrando que tiene un tremendo magnetismo para
la pantalla. Similar a cuando Grace Kelly desviaba la atención de Cary Grant en “Atrapa a un ladrón”. Parecido a cuando Michelle Pfeiffer deslumbraba bajándole los humos al Tony Montana encarnado por Al Pacino en "Scarface".
Lo que menos necesitaba la carrera de Will Smith era una actriz incipiente frente a su leve aunque evidente estado actual de declive. Margot Robbie fija la atención de "Focus" y, como la ladrona a la que interpreta, se la roba a Will Smith,
que ante ella, poco más puede hacer que un desfilar de gestos interpretativos
torpes y huecos. Un imprevisto del cual, a Smith, le conviene aprender, no vaya a ser que en la megaproducción citada de DC. Comics, donde vuelve a compartir planos con Margot Robbie, esta se adueñe de nuevo de la pantalla, y deje la carrera del bueno del principe de Bel-Air sin soluciones.
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