Intentar que John Lennon vaya a cantar a los alumnos de un colegio de Albacete suena a odisea loca e insensata. Un empeño movido por algo de ingenuidad, un exagerado exceso de fe y bastante desconocimiento de las circunstancias. Pero solo de esta manera se consiguen las ilusiones imposibles. Así son los personajes de “Vivir es fácil con los ojos cerrados”, seres repletos de optimismo y entusiasmo que buscan realizar unos sueños no demasiado definidos y de paso escapar de la realidad que le asfixia.
La fórmula de David Trueba es transparente;
personajes luminosos en tiempos tirando a oscuros. Contrastes fuertes en pleno
viaje iniciático por carretera. Esta road movie cañi en la época de películas
de Manolo Escobar y “ave marias” sonando en bucle en las radios de todo el
país, es un cercano y afable examen de la realidad española del desarrollismo
que parte de un punto de vista que sirve de fuerte contrapunto a la situación
cultural de aquellos años; la estancia del beatle John Lennon en Almeria para
rodar la película de Richard Lester “Como gané la guerra” y el concienzudo afán
de un profesor albaceteño acérrimo seguidor de los cuatro de Liverpool por
conocerlo personalmente.
No busca, sin embargo, Trueba
realizar una crónica de aquellos años de opresión, y si componer una de esas
películas buenrolleras, repletas de personajes blancos y situaciones alegres y sensibles
que aquí se suceden con sigilosa cadencia y cuyo fin está dirigido a encumbrar
a las buenas personas como Antonio San Román, el maestro de escuela que encarna
con luminosidad Javier Cámara y cuyo adorado tema “Help” funciona como el motor
de sus actos. En su camino, encontrará y “ayudará” a dos jóvenes con ansias de
libertad (Frances Colomer y Natalia de Molina.) que le acompañarán en su ilusionada
tarea y que de paso hallarán la solución a sus dilemas de adolescencia.
Trueba, demuestra una vez más ser
mejor escritor que director, y con el solo detalle de una plancha de vapor que
calienta un cazo con comida entronca a su cuarentón protagonista con el perdedor
descrito por Billy Wilder en “El Apartamento”, así como escribe unas cuantas
frases repletas de espontaneidad (esos “no me cortes mucho que el Domingo tengo
una boda” o ese “vete, pero no olvides de llevarte las fresas”) que dotan a
“Vivir es fácil con los ojos cerrados” de la cercanía de las gentes y
tradiciones de la costa almeriense y otorgan a la película un valor añadido.
El sol de excepción, las curvas
cerradas de Carboneras, un viejo vehículo verde y las notas de la banda sonora
de Pat Metheny y Charlie Haden hacen el resto en una película donde no importa tanto
si Antonio habló con Lennon como si todos los personajes encontraron un alivio
en días de férreas doctrinas. Y es que ya lo decía “Strawberry fields forever”;
“Resulta difícil ser alguien. Pero todo
sale bien”.
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