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Un tipo rubio, con cara de pocos amigos, acostumbrado a papeles antagónicos y desconocido para el gran público iba a ser el nuevo 007, algo insólito a la par que arriesgado, así como una polémica decisión por parte de los veteranos productores de la saga, Michael G. Wilson y Bárbara Brócoli.
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Una vez visto este nuevo Bond, en la primera de las aventuras creadas por Ian Fleming, “Casino Royale” (ya llevada al cine en modo de parodia por Val Guest, John Huston, Woody Allen, David Niven, Peter Sellers y compañía), hay que reconocer, no solo la notable interpretación de Craig como Bond (a excepción de sus agotadores y artificiales morritos), sino también el rotundo acierto de los productores a la hora de dar un giro a la saga, empezando por su protagonista.
El James Bond de “Casino Royale” está más cerca de los agentes contemporáneos, Jason Bourne (“El Caso Bourne” y “El mito de Bourne”) y Ethan Hunt (las tres partes de “Misión Imposible”) que del clasicismo que impregnaba Pierce Brosnan a su espía, más parecido a Sean Connery o Roger Moore.
No solo el cambio de la saga reside en la elección de Craig como agente, también diferentes elementos habituales de estas películas han desaparecido o mutado. El humor desaparece, algo que rompía claramente el clímax en las dos últimas partes de la saga, y con ello Q y R (encarnados por Desmond Llewelyn y John Cleese en las cintas previas) y sus ingeniosos gadgets. A este Bond, le da igual como le sirvan sus martinis, sangra como cualquier humano, es capaz de enamorarse de verdad y no parece tan servicial a como estábamos acostumbrados.
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“Casino Royale” comienza de una manera contundente, con un prologo en blanco y negro y con un Bond que aún no tiene los dos ceros y el siete en su carnet. Tras esta secuencia, seca y directa, llegan los títulos iniciales, con su estilo de siempre. Sin embargo, el escuchar al ex de Soundgarden y solista de Audioslave, Chris Cornell, cantar el nuevo tema bond “You Know my name”, comenzamos a notar que algo ha cambiado.
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“Casino Royale” juega con la baza de una trama de espionaje no demasiado recargada para desarrollar mayores momentos de guión en el personaje protagonista, gracias a la participación de dos escritores curtidos en esto de hacer películas de 007 como son Neal Purvis y Robert Wade, y a la presencia de Paul Haggis, el guionista de “Million Dollar Baby” y director triunfador con “Crash”. Ellos se dedican a elaborar una constante descripción del nacimiento del personaje y a enmarcarla en una convincente y entretenida historia de acción muy de acorde con los tiempos que corren, sin que miremos el reloj en las dos horas y media de duración de la cinta. Conoceremos así, como Bond consigue sus señas de identidad, y seremos testigos de una historia de amor afrontada con una mayor tranquilidad y tacto que en las últimas cintas de la saga, en las que las mujeres aparecían y desaparecían fácilmente.
Eva Green se consolida aquí como una perfecta chica Bond y como una buena actriz, algo que Ridley Scott no le permitió demostrar en “El Reino de los Cielos”.
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Es cierto que con las entregas de Pierce Brosnan, algunas de muy estimables, los responsables de la saga Bond se habían acomodado a una fórmula (¡y esto sí que es poner el piloto automático!). especialmente en los títulos que citas.
Y resulta curioso, casi de estudio sociológico, que hoy en día un tipo más rudo, bestia y frío como el que compone Craig pueda resultar más llamativo que un Bond elegante y sofisdicado. A mí me ha convencido por completo, y la apuesta de los Broccoli tenía su riesgo.
Saludos!
Es curioso la de varapalos que recibió Daniel Craig cuando fue elegido y el ataque indiscriminado de los fans más radicales a esta película. Al final parece que las aguas se calman y comienza una nueva etapa para Bond, que le hacía falta y vuelve a tener un futuro prometedor.
Un saludo