14 de febrero de 2012

Photobucket

Es sorprendente la capacidad de un cineasta como Steven Spielberg para alternar la modernidad con el más absoluto clasicismo. Si no fuese porque existen pocos realizadores que manejen la cámara como él, uno jamás imaginaría que el director de la revolucionaria “Las aventuras de Tintín”, con su asombrosa evolución de la capture-motion y su ritmo vertiginoso, es el mismo que se esconde bajo un relato calmado, sentido y tradicional como el de “War Horse”. Pero no es la primera vez que Spielberg juguetea para posteriormente ponerse solemne. En 1989 rueda dos títulos; el cierre de la trilogía aventurera de Indiana Jones con “La última cruzada” y el remake de un melodrama clásico, “Always”. En 1993 resucita a los dinosaurios con “Parque Jurásico” y realiza su obra maestra sobre el exterminio judío con “La Lista de Schindler”. En 1997 repite éxito jurásico con “El Mundo Perdido” y denuncia la esclavitud en “Amistad”. En 2005, la ciencia-ficción realista de “La guerra de los mundos” contrasta con el magistral drama de espionaje ofrecido en “Munich”. Un Spielberg de dos caras, el visionario y el que rinde tributo a los clásicos.

En esa vertiente más armoniosa de Spielberg, “War Horse” viene para ocupar un lugar significativo. Esta historia de amistad entre un joven y un caballo en los albores de la Primera Guerra Mundial contiene todos los elementos necesarios para que aflore el Spielberg más dulcificado y emocional. Y en efecto, aflora, aunque sería un tremendo error cegarse por su evidente carácter melodramático, puesto que hay mucho más en este relato “bigger than life”.

Superando el riesgo de ser una de esas sentimentaloides películas “de animales”, Spielberg adentra, cual egipcio en Troya, su punto de vista en el corcel Joey, quien sirve de hilo conductor para que el director de “E.T” centre su mirada antibelicista y humana en diferentes situaciones de la Gran Guerra. Es, por tanto, una agradable sorpresa que el personaje del joven propietario de Joey desaparezca del protagonismo principal del relato para dar paso a diversas microhistorias provocadas por cada uno de los dueños que va encontrando el caballo a su paso. Breves fragmentos bélicos donde Spielberg se recrea para explicar retazos de Historia (el abrupto paso de las cargas con espadas a las armas de fuego), fragmentos de inocencia y honor (esos dos hermanos alemanes), maltrato animal hasta la extenuación o preciosos alegatos pacificistas en los cuales la maestría en la planificación del realizador vuelve a hacer acto de presencia (las aspas del molino como elipsis, la comunión entre soldados en tierra de nadie) para proporcionar algunos de los más lúcidos y brillantes momentos en la carrera del cineasta.

La maravillosa música de John Williams envuelve de epopeya el relato y la fabulosa fotografía de Janus Kaminski hace el resto para que Spielberg consiga el reto de devolver al espectador la experiencia de vivir un cine de otro tiempo, el cine de grandes del celuloide como John Ford, Victor Fleming o King Vidor (atención a los últimos minutos de película) en otra señal evidente de la profunda nostalgia que el cine está experimentando en los últimos meses (desde "The Artist" hasta "Hugo" nos recuerdan tiempos pasados) y que Steven Spielberg jamás ha abandonado a lo largo de su carrera aunque en ocasiones su virtuosismo se haya vestido de modernidad.

Tagged
Different Themes
Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

1 comentarios

  1. Espero que Steven Spielberg se lusca con esta pelicula, dan muchas ganas de verla.