4 meses, 3 semanas y 2 días habían pasado desde la primera vez que la vi.
Por aquel entonces yo me encontraba constantemente ausente. Me había dejado caer sobre la barra del bar como cada noche buscando olvidar la reciente boda de mi novia. Se había convertido en una triste y monstruosa costumbre. En el último mes pasé 30 días de oscuridad apalancado en aquel bar de complicado nombre; “My blueberry nights”.
Esa noche no era una excepción. Estaba dispuesto a apurar las últimas horas del verano ahogado en alcohol.
Todo transcurría como una de esas tantas noches para morir cuando la vi al otro lado de la barra. El reloj marcaba las 3:19, y su aparición supuso un soplo de aliento en mi constante asfixia. Debía de haber llegado en el tren de las 3:10. Era extremadamente bella. La criatura perfecta. Pero yo era un caballero oscuro, perfectamente encajable en el grupo de los perdedores y los extraños. Jamás se fijaría en un tipo como yo.
- “Ahora o nunca” dijo un colgao muy fumao que me sorprendió observándola y al que todos apodaban El Greco por su afilada figura.
- Lo miré y respondí; “Es una utopía”,
- “Sois todos unos cobardes”. Si la tienes en el punto de mira, ¿por qué no intentarlo?
- Es una desconocida.
- ¿Y que? Estamos en un mundo libre y esa mujer rubia es el partido, te lo digo yo.
- No se.
- Bahh, es inútil, paso de ti. Solo un consejo; “Creer es la clave”
Dudé. Yo era un tío como los demás, sin demasiadas opciones ante una chica de verdad como esa. Dejé correr el reloj para meditar y pedí otra cerveza.
Pasaron 88 minutos cuando ocurrió. El Greco cruzaba superfumado la puerta de salida, cuando se produjo el intercambio. Nuestras dos miradas se cruzaron por el camino. Mamma mia! me dije a mi mismo, y sentí una punzada en el estomago. Ni con mil años de oración hubiese logrado un momento tan intenso como ese. Sentí un escalofrío. Torpemente desvié mi atención para hacerme el interesante. Me encontré mirando al cielo y descubrí a través del lucernario que era una de esas noches de tormenta y niebla.
Rompiendo las reglas, mis propias reglas, y en una arriesgada operación de aritmetica emocional me lance a ciegas hacía ella, que todavía me miraba, dispuesto a dar lo mejor de mi. Con mucha suerte obtendría una palabra suya y en el menor de los males, un no por respuesta, lo cual, sin embargo, podría representar una sentencia de muerte para mi debilitad autoestima;
- Hola, ¿cómo te llamas?
- Vicky Cristina
- Es la primera vez que te veo por aquí
- Soy de Barcelona, solo llevo un par de días en la ciudad
- ¿Quieres tomar algo? (“di que si” pronuncié para mis adentros)
– No, solo quiero caminar.
– Pues abrigate. La noche es nuestra.
Mientras duró nuestro paseo a lo largo de la calle santa fé, millones de ciudadanos tenían Sexo en Nueva York, algo pasaba en las vegas y un hooligan gritaba “This is England” antes de cometer un crimen en Oxford. Los pasajeros del transiberiano atravesaban la estepa rusa y otros viajaban a Darjeeling. En Australia era de día y dos amantes clandestinos se escondían en Brujas.
En realidad, ese garbeo solo duró 12 minutos pero parecieron casi 300.
Fue algo inimaginable que golpeó mi recuerdo poderosamente durante los siguientes 3 días. Era el comienzo de una amistad inolvidable con opción (¿por qué no?) a algo mayor.
En los días siguientes tuvimos 8 citas más donde charlamos sobre 10.000 temas diferentes; de nuestros amores en tiempos de cólera, de nuestros pecados y posteriores actos de expiación , de los viajes de nuestras vidas, de lo poco que nos había gustado “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”,etc. Incluso, llegamos a realizar asuntos privados en lugares públicos…
Todo iba sobre ruedas, no había incidente alguno entre los dos. Al noveno día, le hice una llamada perdida y como las noches anteriores, acudió al “Blueberry nights” a mi encuentro.
- Hace mucho que te quiero, le dije
- Ella respondió; no me pidas que te bese porque te besaré
- Vale, pero que parezca un accidente, bromee.
- Prometemé que estarás siempre ahí
- Por todos los santos que lo prometo
Y ese fue el principio.
Fue un gran día para ella. Yo me sentía tan eufórico que, aun con el bar lleno, grité “TODOS ESTAMOS INVITADOS”. La última ronda de esta noche la pago yo. Acto seguido hice la ola para celebrar mi triunfo.
Lo que vino después fue el juego del matrimonio y el ser papá por sorpresa, pero eso es otra historia que guardaré para una próxima ocasión…
Por aquel entonces yo me encontraba constantemente ausente. Me había dejado caer sobre la barra del bar como cada noche buscando olvidar la reciente boda de mi novia. Se había convertido en una triste y monstruosa costumbre. En el último mes pasé 30 días de oscuridad apalancado en aquel bar de complicado nombre; “My blueberry nights”.
Esa noche no era una excepción. Estaba dispuesto a apurar las últimas horas del verano ahogado en alcohol.
Todo transcurría como una de esas tantas noches para morir cuando la vi al otro lado de la barra. El reloj marcaba las 3:19, y su aparición supuso un soplo de aliento en mi constante asfixia. Debía de haber llegado en el tren de las 3:10. Era extremadamente bella. La criatura perfecta. Pero yo era un caballero oscuro, perfectamente encajable en el grupo de los perdedores y los extraños. Jamás se fijaría en un tipo como yo.
- “Ahora o nunca” dijo un colgao muy fumao que me sorprendió observándola y al que todos apodaban El Greco por su afilada figura.
- Lo miré y respondí; “Es una utopía”,
- “Sois todos unos cobardes”. Si la tienes en el punto de mira, ¿por qué no intentarlo?
- Es una desconocida.
- ¿Y que? Estamos en un mundo libre y esa mujer rubia es el partido, te lo digo yo.
- No se.
- Bahh, es inútil, paso de ti. Solo un consejo; “Creer es la clave”
Dudé. Yo era un tío como los demás, sin demasiadas opciones ante una chica de verdad como esa. Dejé correr el reloj para meditar y pedí otra cerveza.
Pasaron 88 minutos cuando ocurrió. El Greco cruzaba superfumado la puerta de salida, cuando se produjo el intercambio. Nuestras dos miradas se cruzaron por el camino. Mamma mia! me dije a mi mismo, y sentí una punzada en el estomago. Ni con mil años de oración hubiese logrado un momento tan intenso como ese. Sentí un escalofrío. Torpemente desvié mi atención para hacerme el interesante. Me encontré mirando al cielo y descubrí a través del lucernario que era una de esas noches de tormenta y niebla.
Rompiendo las reglas, mis propias reglas, y en una arriesgada operación de aritmetica emocional me lance a ciegas hacía ella, que todavía me miraba, dispuesto a dar lo mejor de mi. Con mucha suerte obtendría una palabra suya y en el menor de los males, un no por respuesta, lo cual, sin embargo, podría representar una sentencia de muerte para mi debilitad autoestima;
- Hola, ¿cómo te llamas?
- Vicky Cristina
- Es la primera vez que te veo por aquí
- Soy de Barcelona, solo llevo un par de días en la ciudad
- ¿Quieres tomar algo? (“di que si” pronuncié para mis adentros)
– No, solo quiero caminar.
– Pues abrigate. La noche es nuestra.
Mientras duró nuestro paseo a lo largo de la calle santa fé, millones de ciudadanos tenían Sexo en Nueva York, algo pasaba en las vegas y un hooligan gritaba “This is England” antes de cometer un crimen en Oxford. Los pasajeros del transiberiano atravesaban la estepa rusa y otros viajaban a Darjeeling. En Australia era de día y dos amantes clandestinos se escondían en Brujas.
En realidad, ese garbeo solo duró 12 minutos pero parecieron casi 300.
Fue algo inimaginable que golpeó mi recuerdo poderosamente durante los siguientes 3 días. Era el comienzo de una amistad inolvidable con opción (¿por qué no?) a algo mayor.
En los días siguientes tuvimos 8 citas más donde charlamos sobre 10.000 temas diferentes; de nuestros amores en tiempos de cólera, de nuestros pecados y posteriores actos de expiación , de los viajes de nuestras vidas, de lo poco que nos había gustado “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”,etc. Incluso, llegamos a realizar asuntos privados en lugares públicos…
Todo iba sobre ruedas, no había incidente alguno entre los dos. Al noveno día, le hice una llamada perdida y como las noches anteriores, acudió al “Blueberry nights” a mi encuentro.
- Hace mucho que te quiero, le dije
- Ella respondió; no me pidas que te bese porque te besaré
- Vale, pero que parezca un accidente, bromee.
- Prometemé que estarás siempre ahí
- Por todos los santos que lo prometo
Y ese fue el principio.
Fue un gran día para ella. Yo me sentía tan eufórico que, aun con el bar lleno, grité “TODOS ESTAMOS INVITADOS”. La última ronda de esta noche la pago yo. Acto seguido hice la ola para celebrar mi triunfo.
Lo que vino después fue el juego del matrimonio y el ser papá por sorpresa, pero eso es otra historia que guardaré para una próxima ocasión…
Este repaso se ha convertido en una tradición. El último día del año, "El Séptimo Cielo" recuerda el 2008 cinematográfico que dejamos atrás y os desea un feliz año 2009 cargado de buen cine y alegrias para todos. Gracias a todos los que habeis pasado por este blog en algún momento del año. Nos vemos el año que viene!
Simplemente sublime
Da gusto leerte
Feliz año
Joer que bueno jeje. Te lo has currado. Feliz año y que podamos felicitrnos un millon de veces más.
Feliz Año!!!
Absolutamente increible!!!
Me has dejado sin palabras...
Fantástico el juego de títulos e historia!!!
voy a leer ahora mismo los de los años anteriores!!!
Feliz año!!!
Happy new year, compañero.
Magistral forma de repasar un año cinematográfico, y preciosa historia para enmascararlo. Muy grande
fEliZ añO!
es usted el amo, señor rob... tan grande como todos los años!
un saludo!
Pues muchas gracias a todos y de nuevo...Feliz año!
Que os traigan muchas cosas los Reyes...
Saludos!
Muy buen texto para finalizar el año, mi más sincera enhorabuena Sr Rob
Seguire viendo sus comentarios en el 2009.
Un saludo.
Vamos Rober sal a bailar...que tu lo haces felomenal...
Que buenos tus resumenes anuales, todos...
Ve preparandote que hay partidaco pronto Sr. Don Roberto.
Pues nada, voy a hacer 120 u 130 flexiones ya mismico...
Hola,
me ha encantado la miscalánea del 2008.
Y para el 2009,¡que te vaya bien!.