30 de diciembre de 2011



Investigar sobre la figura de Charlie Brooker supone encontrar a un personaje todoterreno con un punto de mira airadamente definido. En sus columnas del diario “The Guardian” , en sus libros (“The Hell of it All”), en sus late-nights, o en producciones televisivas como ese Gran Hermano Zombie llamado “Dead Set” o la metaserie de la BBC, “Como la tele ha arruinado tu vida”, Brooker ha apuntado hacía una misma dirección, el avance de la sociedad tecnológica, el poder de los massmedia, la adicción a todo tipo de gadgets y redes, en definitiva, la gradual perdida de las interrelaciones personales en favor del contacto virtual.

Con su último proyecto, “Black Mirror”, Brooker ha vuelto a dar rienda suelta a su sarcasmo, capacidad crítica y a su visión con un punto catastrofista de una sociedad que adquiere e interioriza nuevo vocabulario tecnológico (Ipad, Macbook, Android, Wii, Trending Topic o Timeline) a una velocidad pasmosa.

Su discurso es agresivo, actual, directo y convincente. Todos nos sentimos identificados porque todos dedicamos minutos de nuestro tiempo a diseñar un avatar, a ganar puntos de experiencia con videojuegos, a subir nuestras fotos más recientes a facebook o a contar lo que pensamos en 140 caracteres. “Black Mirror” es real. Nos trasmite lo nocivo de la tecnología, asentimos con la cabeza y nos convencemos de su discurso para acto seguido, colgar en facebook nuestra impresión y recomendar la serie a nuestros amigos en una contradictoria e inevitable reacción.

Dividida en tres episodios independientes entre sí pero con el citado punto de vista en común, “Black Mirror” es un brillante acercamiento a nuestra realidad desde sociedades ficticias y distópicas. Un pequeño “twilight zone” (The Twilight zone de la era facebook como lo definió el propio Brooker) repleto de lúcidas y sugerentes ideas de ciencia ficción que entroncan con claros referentes del género como Orwell, Huxley, K.Dick o Kubrick.

Vayamos por partes. Partes, eso si, no exentas de spoilers:


Episodio 1: The National Anthem.

Imagínense que la princesa Leticia es secuestrada y que únicamente será puesta en libertad si Mariano Rajoy se folla a un cerdo en directo en La1 a la hora marcada por los secuestradores y bajo unas pautas básicas que impidan montaje televisivo alguno.

Esa es la premisa de la que parte el primer episodio de “Black Mirror”, claro está, cambiando a Leticia y a Rajoy por una joven princesa británica y un comprometido primer ministro británico. Sorprendente e inesperado inicio que ya augura la valentía del producto y a partir del cual “The National Anthem” desarrolla una ácida mirada a la velocidad de propagación de un suceso y/o noticia y a la democratización de la opinión provocada por la aparición de plataformas sociales como twitter, facebook y youtube.

El relato es riquísimo a la hora de plantear situaciones; las maniobras del gabinete de gobierno para censurar y alterar el chantaje, el dilema moral y un tanto patriótico de la televisión británica a la hora de difundir la coacción (que se esfuma conforme la noticia va adquiriendo popularidad), la capacidad de opinión del ciudadano para marcar la decisión final del máximo mandatario y por supuesto la imposibilidad de frenar la transmisión de tal noticia gracias al auge mediático de las nuevas vías de comunicación sociales en perjuicio de los medios tradicionales (la televisión sale, claramente, desfavorecida del relato). Su implacable plano final demuestra que, siempre, hay consecuencias, se tome la decisión que se tome.

Es éste el capítulo más alejado de la ciencia-ficción y el que menos gustará a Downing Street, la Casa Blanca o la Moncloa. Un episodio redondo.


Episodio 2: “15 Million Merits”

Nada que ver con su predecesor, al menos en el plano estético y conceptual. El capítulo más lleno de referentes (mezcla tú a George Orwell con Fusajirō Yamauchi y ponle música de Clint Mansell) y claramente enmarcado en la ciencia-ficción futurista donde tras una sociedad milimétricamente estructurada, pulcra, alienada, se esconde una deshumanización, sometimiento y totalitarismo absoluto del ser.

Ideas muy locas y maravillosas como ganar meritos haciendo bicicleta estática, vivir en cubículos con múltiples dimensiones, interactuar como avatar y no como persona, encontrar un “engañoso” escape a la realidad a través de un reality-show como “Factor X” y beber un zumo de obediencia, aportan al relato un excelente universo distópico cuya narración es completamente aséptica hasta que se entablan relaciones humanas.

Excelente el momento en que Jessica Brown-Findlay (“Misfits”, “Downton Abbey”) interpreta el clásico “Anyone who knows what love is” de Irma Thomas (en el top de los charts británicos desde la aparición en la serie) y enorme detalle recurrente de guión el de la manzana atascada en la maquina expendedora que demuestran la grandísima calidad del producto.


Episodio 3: “The entire history of you”

Casualmente la reciente llegada del Timeline (Biografía) de Facebook nos permite albergar en la red social todos los momentos visuales de nuestra vida, compartiendo y exponiendo cada vez unas vivencias que hasta no hace tanto eran exclusivamente nuestras. Lo que plantea “The entire history of you” se aproxima a lo que, a pequeña escala, intenta desarrollar Mark Zuckerberg desde una óptica muy a lo "Minority Report"; la organización de los recuerdos, su visualización instantanea, su proyección social en pantallas LED de grandes pulgadas. Con sólo una cápsula insertada en las cabezas de los protagonistas y un pequeño mando a distancia es posible rebobinar y contemplar cada momento vivido.

"The entire history of you" acierta de pleno al enfocar esta idea hacía un terreno íntimo y personal como el de las relaciones de pareja. Dirigir la peligrosidad de este método hacía los agujeros de la confianza, los celos y la carga culpable. Las imágenes como pruebas, los vacíos como indicio. La coteidianía de la propuesta pone los pelos de punta y perturba gracias a momentos como esa relación sexual en la que cada parte visualiza sexos pasados y más pasionales, o la autoflagelación sentimental en forma de repetición de una diálogo aparentemente nimio sobre cereales.

El final está a la altura de la contundencia de sus dos capítulos anteriores. Estabas en lo cierto, pero ahora, ¿tendrás valor para seguir viviendo sabiendo que tu vida es, precisamente, un cúmulo de recuerdos imborrables?. De nuevo un colofón genial de una miniserie imprescindible para entender estos nuevos tiempos en que nos encontramos. Una pequeña obra maestra de la televisión, paradojicamente el medio más odiado por Charlie Brooker.
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Written by Roberto García

Escrito con mucho esmero e ilusión desde Albacete. Comenta si te apetece y si no, escucha nuestro programa de radio, que también tiene su aquel.

2 comentarios

  1. Anónimo says:

    Sigo este blog desde hace mucho, y me encanta! Ahora me he hecho yo uno... A ver si te gusta!
    http://santiagobasallofotoblog.blogspot.com/
    Gracias

  2. No apta para todos los cuerpos y estómagos... sobre todo el primer episodio. Mientras la veía, me sorprendía pensar que no estamos tan lejos de las historias que presenta la serie.
    Saludos.