
R.I.P: DENNIS WEAVER

"Los 100 golpes", así se llama el polémico y exitoso libro que autobiograficamente escribió Melissa Panarello, una joven italiana que ahora ronda los 19 años. Dicho libro trajo consigo el escandalo al relatar la vida sexual de esta chica cuando tan solo contaba con 15 y 16 años. Y es que este no es un cuento del despertar sexual a lo "Verano del 42", es un espejo de la sociedad actual, en la que el sexo ha dejado de ser un juego de adultos para ser un juego de niños, con los riesgos psiquicos y físicos que esto puede conllevar.
Esto es lo que se intenta transmitir en la versión cinematográfica de "Melissa P.", en donde el sexo con todas sus variantes es descubierto por la joven Melissa, cuando su inocencia y su ingenuidad todavia están a flor de piel.
Para esta Lolita del siglo XXI, los italianos han importado a la Lolita española, Maria Valverde, la actriz que se dio a conocer y ganó un Goya por aquella estupenda película de Manuel Martín Cuenca titulada "La flaqueza del bolchevique", en la que supo dar a su personaje la dulzura y descaro necesarios. Todo un descubrimiento en aquella película, donde apenas tenia 16 años, Valverde se ha convertido en una de las más prometedoras actrices de nuestro cine. Esperemos que su rostro añiñado e inocente no sea flor de un día y que con los años sepa afrontar papeles que no sean el de niña provocativa. Que pueda acoplarse a papeles adultos.
En esta ocasión, su papel vuelve a requerir gestos infantiles con actitudes maduras. Valverde convence en su inocencia, pero no tanto en su contacto con los personajes adultos. Hubo que esperar a que Valverde cumpliese los 18 años para que pudiese rodar las escenas de desnudos y lo cierto es que no han escatimado en secuencias de este tipo, necesarias por otro lado, para contar una historia, que no es sino, un diario sexual con todas sus consecuencias. Además el doblaje de la propia Maria Valverde, le hace un flaco favor en su versión española.
Lo verdaderamente interesante de esta "Melissa P.", aunque nada nuevo por otro lado, es algo que ya contenia la novela. Ese espejo, como decimos, en que puede mirarse una gran parte de la juventud más temprana. El sexo y sus consecuencias en un niño que todavia usa mochilas y acaba de dejar de jugar con sus juguetes. El trastorno psiquico que ello puede conllevar en la persona. Para reafirmar la fragilidad de la niña, la cinta introduce dos personajes y uno fantasma, alrededor de Melissa. Una madre que cree que le da todo a su hija, pero que en realidad apenas la conoce, una abuela que entiende a la joven, pero que no vivirá en su casa para aconsejarla y un padre inexistente con el que Melissa, solo se comunica por SMS.
Por tanto un retrato en donde vemos a una quinceañera, sin una ayuda patenal o maternal, sin ese básico entorno familiar que es necesario para una correcta socialización de un ser humano. Una casa en donde abunda la soledad. Y en cuanto al ambito del Instituto, buenas y malas influencias son mostradas en la cinta. La elección de unas u otras por parte de Melissa, la llevarán a un infierno de sexo descontrolado o al camino recto que corresponde a su edad.
En cuanto a lo estrictamente cinematográfico de "Melissa P.", poco podemos salvar o destacar. Lo interesante y anteriormente citado,ya era la base del libro, y, como no podia ser de otro modo, se mantiene en la cinta. Pero el resto parece sacado de un telefilm de medio pelo, que ni las cadenas más proclives al telefilm seleccionarian para su parrilla.
Una dirección sin tacto, sin gusto. Un montaje pésimo y una malisima utilización de la música.
Luca Guadagnino, el director de la función, se queda a medio camino entre el tono poetico y el tono sordido. Introduce personajes de los que se olvida facilmente para luego introducirlos de nuevo en pantalla sin previo aviso. Además algunas secuencias sexuales están rodadas sin el más mínimo talento. Y lo más preocupante, a veces da la sensación de que estamos ante un anuncio de compresas.
No hay nada con una mínima relevancia en "Melissa P.". Un relato nada escandaloso, (quizá hace unos cuantos años si lo fuese) a veces gratuito, con pretensión de transgresor, una narración desafortunada, casi dos aburridas horas de metraje y una malisima dirección. No es precisamente la recomendación de la semana, aunque habra muchos de los que quedaron enamorados de María Valverde en "La flaqueza del bolchevique" que querrán ver como le va a esta chica con dos anitos de más...
"Y si no, nos enfadamos" ("Altrimenti ci arrabbiamo") de Marcello Fondato es posiblemente uno de sus films más memorables. Con un argumento tan plano como el de unos matones que quieren hacerse con un solar en el que está instalado un circo para construir un casino, y que en su camino se toparán con Bud y Terence, los cuales no pararán hasta conseguir que estos les devuelvan su mini-bolido que destruyeron en unos de sus ataques al circo.
De este modo, "Y si no, nos enfadamos" se ha consolidado como una ligera y bienintencionada comedia en donde la relación entre ambos personajes resulta tan cariñosa como divertida para el espectador. Vemos a un Bud Spencer pacíficamente malencarado y un Terence Hill pillamente tranquilo. Ambos tienen algunos momentos cómicos brillantes, como la secuencia de las salchichas, la del cazador con gafas de culo de vaso o la del coro, parodiando al Hitchcock de "El hombre que sabía demasiado", con esa música tan pegadiza y surrealista.
Yo personalmente he aplaudido alguna de las secuencias cómicas de este título y he encontrado en él, un pequeño talento que seguramente, fue providencial para el éxito en su día. Un cine que no es precisamente, desprestigiable, como muchos pueden asegurar con suma facilidad.
"Y si no, nos enfadamos" es un producto tan gracioso como curioso. Rodado en España y con guión de dos españoles, Vicente Coello y Jesus R.Folgar, responsables de títulos míticos de nuestra filmografia como "La familia y uno más", "Atraco a las tres", "Once pares de botas" o "Maribel y la extraña familia". Con pequeños papeles para el recientemente fallecido Luis Barbero, Manuel de Blas, habitual secundario de teleseries españolas como "Motivos Personales" u "Hospital Central" e incluso un cameo de Emilio Laguna. Y para completar la función, la presencia de Donald Pleasance, visto en "La Gran Evasión" junto a Steve Mcqueen, "THX 1138" de George Lucas o en "Solo se vive dos veces" de la saga 007.
Vamos, que yo me lo pase en grande disfrutando esta setentera cinta, que ya vivi en mi infancia. Encontre un sentido más que positivo para aquel cine de consumo de masas. Bienintencionado y en definitiva bonito. Como era aquel cine para todos los públicos de los 70 y los 80.
La parte más mediterranea de ese cine estaba personificada en este gordo y este flaco, a los que yo recomendaria revisar, siempre y cuando uno carezca de prejuicios o no se encuentre dentro de un grupo sumamente elitista y exigente, y solo pretenda emplear animadamente una hora y media de su vida. Puede que incluso su visionado le ayude a rejuvenecer.
Con descubrimientos actorales, de éxito posterior, como Catherine O´Haraa y John Heard (futuros padres de Macauley Culkin en "Solo en casa"), Linda Fiorentino y Will Patton en pequeños papeles o Bronson Pinchot famoso por la serie "Primos Lejanos", con ese peculiar acento que todos recordamos en el doblaje español de la serie.
Y es que ¿quién no ha tenido una de esas noches en que nada sale bien? "Jo,que noche" es precisamente eso, llevado al paroxismo del absurdo. Así que cuidado este Sabado Noche.No andad con desconocidos.Porque ya nadie es lo que parece...y menos en los 80.
Con todo ello, "Orgullo y prejuicio" se acaba estableciendo como un apreciable film, respetuoso con su fuente, agradable y emotivo con lo que pretende transmitir. Muchisimo más que correcto. Con las joviales y enjuguescadas hermanas Bennet, con su tranquilo y sereno padre (otro buen papel de Donald Sutherland, con gran parte final), con su nerviosa madre, con los típicos prejuicios de clase alta y con una historia romántica, que a mi, al menos, me convenció.
Un film que bien vale como regalo de San Valentín por encima de la típica rosa o de la caja de bombones.
Voy a tratar de no deshacerme en excesivos elogios hacía Steven Spielberg en este comentario de "Munich". Me va a ser dificil no hacerlo, pero lo voy a intentar. Y es que la última película de este hombre de barba y gorra está en otro nivel. Su cine ha llegado a cimas inalcanzables para cualquiera. Rueda con una perfección absoluta, maneja los tiempos de forma excelente, narra como nadie y además siempre trabaja con Kahn, Kamisnski y Williams. Lo tiene todo.
Y ese todo, se ve ejemplificado una vez más en su nueva película, "Munich" que parece rodada en el 1975. Parece tener la misma sangre de "La Conversación" de Coppola o "Desaparecido" de Costa Gravas o "Easy Rider" de Dennis Hopper o el cine de Arthur Penn, Peckinpah, Scorsese, Friedkin, Lumet y otros muchos que dieron bravura al cine de los 70.
Spielberg no andaba muy lejos de ellos en aquella década, solo que él iba a contracorriente, dirigiendo un cine menos violento y crítico pero igual de genial.
Con "Munich", Spielberg ha hecho la película que podría haber rodado en aquella corriente cinematográfica, comprometida y rompedora.
Lo que Spielberg nos cuenta, se basa en un hecho real. Por un lado el atentado llevado a cabo por terroristas palestinos contra 11 deportistas israelies durante la celebración de las Olimpiadas de Munich de 1972. Por otro, la posterior venganza tomada por los israelies contra los cabecillas de dicho atentado.
La recreación no puede ser más perfecta. Spielberg intercala imagenes televisivas reales con la ficción. No hay más que ver el tremendo parecido entre los atletas reales con los actores que los interpretan. Espeluznante es todo el comienzo de la cinta que concluye con un acertado montaje paralelo de los deportistas asesinados y los terroristas a asesinar, con las que Spielberg deja más que claras las intenciones de fondo de "Munich".
A partir de este momento, entrará en juego la venganza, con sus cinco agentes a cargo y el recorrido por todo el mundo en busca de los asesinos. Una excusa argumental de la que Spielberg ha sacado todo el provecho posible. Ha logrado la perfección.
Hay secuencias de pura tensión (la bomba telefónica) al más puro estilo Hitchcock, secuencias donde la persecución y la locura se mezclan (la historia del hombre en el armario), al más puro estilo de "La conversación". Hay momentos de cine de acción trepidante. Y repito, todo filmado con una depuración, una brillantez y un dominio rotundo del cine en todos los sentidos. Hasta París, Amsterdam, Atenas o Londres parecen agradecidos por haber sido filmados con tanta belleza.
A todo esto, ayuda, como no, la fotografía de Janusz Kaminski (que nos ofrece un prodigioso retorno a la fotografía setentera), el montaje de Michael Kahn y la música de John Williams,que tanto en "La guerra de los mundos" como en esta película, no sobresale tanto escuchada junto con las imagenes, pero va como anillo al dedo al film.
El casting es tambien otro de los grandes aciertos. El quinteto vengativo es todo un acierto. No hay ninguna estrella y eso es estupendo. Eric Bana tiene carisma, tambien Daniel Craig y Matthie Kassovitz. Cirian Hinds y Hanns Zischler, aportan la veteranía. Componen un quinteto atractivo y sobrio. El mejor desde "El quinteto de la muerte".
Además Spielberg, se permite el lujo de llamar a una buena nómina de actores franceses de "qualité". Michael Lonsdale, Mathieu Almaric, Yvan Attal o la italiana Valeria Bruni-Tedeschi.
Se nota que Spielberg está al día en cine europeo.
Todos son aciertos en "Munich". Tecnicamente impecable. Y narrativamente tambien. Es el Spielberg más valiente que hemos visto nunca, con escenas de sexo incluidas, sordidez y gran dureza en los asesinatos.
Se le ha acusado al director americano (y también de origen judio) de antisemita por esta película...por diós, como decir eso de alguien que ha hecho "La lista de Schindler"!.
"Munich" expone la dificultad de la lucha contra el terrorismo. La uña que se corta y vuelve a crecer. Lo inutil de la violencia.
Es una película vital para entender estos tiempos que corren, para comprender el conflicto de Oriente Medio, con un mensaje claro expuesto a través del personaje de Eric Bana, que condena la violencia, cualquier acto terrorista, cualquier signo en contra de la paz. Es más que elocuente ese plano de las Torres Gemelas indicando que los actos de violencia llevan a más actos de violencia.
Creo que finalmente me he deshecho en elogios. Pero es que no es para menos. Creo que nadie actualmente es capaz de igualar lo que hace Spielberg. "Munich" está en otro nivel cinematográfico. Nunca el cine y todos sus recursos se han utilizado tan fenomenalmente para denunciar algo tan necesario como el terrorismo.
Yo me quito el sombrero y le doy a Steven Spielberg los dos Oscars de plástico que tengo en mi habitación. Por si acaso...
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